LA GAVETA César Gavela
El Hotel Madrid
Hubo un tiempo en que Ponferrada era una pequeña confederación de ciudades y pueblos, separados por muchos barrancos y baches, zarzas y zanjas, pero que lograba una cierta comunión de los santos y los pecadores gracias a dos sentimientos muy eficaces. El primero y principal, la Deportiva, que era el equipo de todas las cábilas de la ciudad. El otro punto de unión venía de la mano y del manto de la virgen de la Encina, patronazgo que la ciudadela supo extender muy bien a las demás prefecturas urbanas. De todas estas demarcaciones, La Puebla era la sede inequívoca de la Ciudad del Dólar, un burgo ruidoso y noctámbulo por completo ajeno a las liturgias de abolengo de la Ponferrada de Arriba. La Puebla se aferró mucho a esa mítica cutre, a esa ensoñación precaria, y en estos días se me ha ocurrido pensar que tal vez Ponferrada debería señalizar, para que no se olviden, los santos lugares donde mejor alentó su perfil de Ciudad del Dólar. Y ya puestos a mojarme, citaría, como posibles focos de ese peregrinaje, la fachada ferroviaria de la ciudad, el eco venéreo del barrio del Bosque, las fiestas pobres y "multirraciales" de la sala del Frontón y la insidiosa acera de la represión franquista: aquellos falangismos pintureros trufados de torturas policiales que asolaban la zona central de la avenida de España, donde llevaban a los maquis detenidos o muertos. Para bien o para mal, casi todos esos referentes han desaparecido. Pero hay uno, muy civil, que sigue felizmente activo y con futuro por delante. Me refiero al Hotel Madrid, epicentro prestigioso de la Ciudad del Dólar, hospedaje de los ingenieros de la autarquía, pernocta de los artistas que actuaban en el teatro Edesa y sede regular de aquellos viajantes de comercio que llegaban desde Madrid o acaso desde Barcelona con sus trajes oscuros, sus bigotes finos de señorito y un hablar de mundo que convirtieron al hotel Madrid en la embajada de lo lejano, de lo que aquí no había. Todos esos clientes ya no existen, pero el hotel Madrid, sí, y es un mérito esa continuidad en tiempos de mucha competencia, acero y cristal. Me gusta saber que el hotel Madrid aguanta. Que acaba de celebrar su sesenta aniversario. La historia de la segunda mitad del XX aún alienta, de algún modo, en sus habitaciones sobrias y confortables a un tiempo. Allí está ese sabor de una Ponferrada de antes y de ahora, a la par. Con un toque cosmopolita siempre. Algunas veces me he hospedado en el hotel Madrid y disfruté allí de ese extraño placer que consiste en jugar a ser forastero en tu ciudad natal.