FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya
Un 20 de junio en el museo
El paseante descubre, luego de un recorrido monótono y dormitivo por la ciudad de Ponferrada, que el Museo del Bierzo está abierto, y ello a pesar de la huelga, la huelga general del pasado día 20 de junio. El paseante agradece que el museo permanezca abierto, y decide entrar en el mismo. Quizá sea algo tarde, porque antes desperdició su tiempo dando vueltas sin ton ni son. El cierre del museo es a las ocho y media de la tarde. Y el viandante no cuenta con mucho tiempo para realizar la visita de rigor. Una media hora. Mas se le antoja que es un buen momento. Una ocasión única. Nada ni nadie lo perturba. Se encuentra solo delante de la belleza museística. Qué maravilla. No andan turistas coreanos, con la cámara al hombro, tirando fotos. Tampoco se ve a ningún peregrino. Lo primero con lo que se topa el caminante es el Ídolo de Noceda del Bierzo. En realidad, es una reproducción cuyo original está en las vitrinas del Arqueológico Nacional. El recorrido continúa, con cierta prisa. Así resulta complicado visitar un museo. Tal vez no sea ésta la mejor forma de visitar un museo, a toda carrera. Pero el visitante ha decidido que ésta es una buena oportunidad, habida cuenta de la huelga señalada. No es que al ciudadano no le interese la huelga ni quiera hacerse pasar por un esquirol. Nada más lejos de la realidad. Lástima que en vez de una huelga no haya una revolución «intelectual», una verdadera revolución. Si bien es cierto, el intelecto es algo que ya no se usa ni se lleva. Y sólo vivimos amarrados al poder del dinero, esclavizados a esa cosa-basura que acaba pudriendo hasta el más imbécil del rebaño. Y no digamos a los más listines de la tropa. Da grima. El visitante se siente fascinado ante «La fragua de Compludo», que es un cuadro de un tal Primitivo Álvarez Armesto. La fragua como símbolo de vida. Y luego se adentra en la sala de los viajeros que en su día estuvieran en el Bierzo, entre otros, George Barrow, el de «La Biblia en España». El visitante siente admiración por el viaje y los viajeros, porque viajando se orea el espíritu y se encienden los ánimos. El viaje como ocasión última para apropiarse de un mundo extraño. Por último, ya con la lengua de corbata color cecina, el andarín se acerca a la sala de exposición de fotos. Se trata de una exposición sobre la guerra civil española. Sorprende ver en fotos en blanco y negro una España hecha a imagen y semejanza de países ahora llamados tercermundistas. «Escenas de mercado» podría pasar por una foto tomada en un zoco marroquí. Y «Colectividad de arroz en Silla» y «Pancho Villa» son extraordinarias estampas mejicanas.