Diario de León

La exhumación de una fosa en Cabañinas levanta la losa de silencio que tapaba a las víctimas

Desagravio para cinco paseados

Senén García tenía 11 años cuando se llevaron a su padre en una camioneta. Y a su tío. Y a tres vecinos más de Fresnedo. Los cinco murieron fusilados a

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Carlos Fidalgo Redacción - PONFERRADA.
Ponferrada

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El lugar donde enterraron a Pascual García Colinas, a su hermano Antonio y a los tres vecinos de Fresnedo que murieron con ellos en el verano del 36 -Florentino Enríquez, Santiago García Arroyo y Cesáreo Fernández- está protegido por unos arbustos, muy cerca de la autovía que une Cubillos con Toreno. Durante años, sólo la viuda de Florentino, sin hijos a su cargo, se atrevió a acercarse sin reparos hasta allí para dejar flores y señalar con piedras y con estacas de madera los dos hoyos donde los sepultaron. Antes por miedo que por vergüenza, los familiares del resto de fusilados evitaron hablar de lo sucedido incluso con sus hijos, los nietos de los desaparecidos, y sólo la exhumación de la fosa que ayer inició un grupo de voluntarios organizados por la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) ha permitido a algunos de ellos, como Senén, visitar sin temor el paraje y quitarse de encima la losa del silencio. «Mi padre no se metía con nadie, los que lo mataron eran criminales, y esto es muy duro para mí», decía ayer Senén, con lágrimas en los ojos, mientras los voluntarios comenzaban a limpiar el terreno. Su hija Rosa y sus sobrinas Sabina, venida de Argentina, y Amparo, nietas todas de Pascual García, hablan sin rencor. Cuentan como un grupo de falangistas rodeó el pueblo en busca de armas y municiones de la guerrilla. Saquearon tres casas, les dieron fuego sin encontrar nada y se llevaron a cinco detenidos. Cuatro vecinos avalaron una denuncia que había partido de la casa del cura. «No sé quienes fueron, ni me interesa saberlo», asegura Rosa, que sólo hace diez años supo que su abuelo y su tío abuelo yacían sepultados en una fosa junto a la carretera. «Mi padre no nos contaba nada, sólo nos decía que al abuelo lo habían matado durante la guerra. Más que vergüenza, lo que quería era protegernos», añade. «Dijeron que eran comunistas -dice a su lado su prima Sabina- pero ninguno militaba. Yo creo que como no encontraron nada, se los llevaron como escarmiento, para atenazar a la gente». Pascual García dejó viuda y tres hijos. Y una casa quemada. Gabriel, que tenía 14 años, vive en Argentina desde 1961. Senén y el más joven, Santiago, estaban ayer a los pies de la fosa. De no ser porque un vecino de la cercana Cabañinas escuchó los disparos aquel día y dejó el aviso en Fresnedo, ninguno de ellos sabría que ocurrió con los cinco desaparecidos. El cura que promovió la denuncia también murió después, cuenta Senén, a manos del sobrino del maestro de Fresnedo, otro fusilado de la época. El autor de la venganza no corrió mejor suerte. «Lo dejaron colgado en la plaza, fíjese que hombres había entonces», termina de contar Senén. Aparecen los primeros restos Después de recuperar los restos de otros nueve fusilados en Piedrafita de Babia, los voluntarios de la ONG Suiza Servicio Civil Internacional, organizados por la ARMH, han traslado su campo de trabajo hasta las inmediaciones de Cabañinas. Junto a ellos, varios periodistas, vecinos de Fresnedo, familiares de los cinco fusilados. Los trabajos, que ayer ya permitieron descubrir los primeros restos óseos, deberían concluir antes del fin de semana y la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) no descarta solicitar, como ha hecho en Piedrafita, la apertura de diligencias judiciales para identificar los cuerpos mediante pruebas de ADN. «La juez de Villablino ha sentado un precedente, así que una vez que aparezcan los restos, la idea sería acudir al juzgado de guardia en Ponferrada para que supervise el levantamiento de los cadáveres», explica Emilio Silva, miembro de la ARMH y a su vez hijo de uno de los 13 fusilados en Priaranza, la primera fosa que la asociación exhumó en el Bierzo hace dos años. Antes de que el campo de trabajo concluya el próximo lunes, la asociación también quiere sacar a la luz otras dos fosas próximas a Cubillos y desenterrar los restos del maestro de Orellán Victoriano Cobos, localizados en Toral de Merayo. De momento, el trabajo junto a la autovía de Cubillos ya ha sacado a la luz los restos de un craneo. «Que estaban allí era lo más seguro de todas las fosas del Bierzo», afirma Santiago Macías, también miembro de la ARMH, en referencia a las dos estacas y a las piedras que delimitaron durante años el lugar.

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