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FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

Un dulce paseo por Ortigueira

Publicado por
León

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Ortigueira como lugar de encuentro musical, y acampada en la playa de Morouzos. Algunos prefieren la playa A Concha, en Espasante, para relajarse y darse un bañito luego de una noche a todo dar. Ortigueira como espacio marino en el que bucear a ritmo de gaita. La gaita como instrumento que dulcifica los sentimientos y nos ayuda a creer en los duendes y las meigas. Ortigueira, hermoso nombre sobre el que orvalla la música y las ortigas enamoran a los jóvenes ávidos de jolgorio. La juerga está asegurada hasta altas horas de la madrugada. Y los rapaciños, botella en mano, y a veces con el jamón al hombro, no se cansan de deambular por las callejuelas en busca quizá del vellocino de oro o alguna alquimia del sabor. El ambiente se impregna con el dulzarrón olor a hachís, el chocolate preferido de la bohemia céltica. Vuelve la «celtidumbre», como nos dijera una chica, cual libérrima golondrina al pazo de nuestras ilusiones. La ilusión de sentir lo celta más allá de cualquier mito posmoderno. Lo céltico no deja de ser un mito, un mito tal vez maravilloso, pero un mito a fin de cuentas. El festival internacional do Mundo celta un año más, y la libertad de acampar al aire libre, danzando todos en torno a los druidas. Ortigueira, lugar querido, tierra hermana y castreña, en la que las cornamusas soplan un lenguaje mágico, y logran hechizarnos con sus sones. Galicia se nos muestra, una vez más, acogedora y nutricia. Galicia es como la matria del buen yantar. Y el bar Hendaya un extraordinario tabernáculo para saciar el apetito y darle gusto al paladar. El requesón como postre de lujo. Pasamos el fin de semana entretenidos escuchando a Liam O''Flynn, que es seguramente uno de los mejores gaiteros del mundo, y a Béla Fleck y los Flecktones y a los Gaiteros de Lisboa y a Taraf de Häidouks entre otros. Todos ellos se alojaban curiosamente en el Hostal-Residencia Villa de Cedeira que regenta el amigo Pablo. Un lugar apartado del mundanal ruido y de la manada. Descubrimos que los Gaiteros de Lisboa, a quienes no tuvimos la ocasión de escuchar hace algún tiempo en el Teatro Bergidum, son músicos muy divertidos que nos engatusaron con sus ritmos guerreros. Y los rumanos Taraf de Häidouks, a quienes ya conocíamos, continuaron la velada haciéndonos vibrar con sus melodías zíngaras. Ahora que es tiempo de romerías y saraos varios no estaría mal que en los pueblos del Bierzo actuara esta banda. Al final no todo se resolvió por la vía de los «meigallos», sino que también se nos aparecieron varias hadas, sirenitas y algún que otro vampiro de la Transilvania.