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LA GAVETA César Gavela

La película de Ponferrada

Publicado por
León

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Ponferrada nunca puede ser Torre del Rey, ni siquiera en la ficción, como pretenden los productores del culebrón nevenko. Ponferrada tiene un nombre de poca gracia, es cierto, pero hay que defenderlo, incluso con el apoyo misterioso de un poeta argentino que se apellida Ponferrada, y que un día me encontré en un diccionario enciclopédico. Como todas las ciudades, Ponferrada tiene su película, su Amarcord, y nadie la tienta. Tal vez porque hay un film por cada ponferradino, como bien deben de saber los alumnos de nuestra Escuela de Cine. Miles y miles de películas de Ponferrada. Y muchas otras que se perdieron para siempre porque murieron sus directores. Añadiré que para rodar estas películas basta con abrir la espita de la memoria. Luego, con suerte, con muchísima suerte, esa historia puede pasar al celuloide. Como todos los hijos del Puente de Hierro yo tengo mi película de la ciudad, y si me dijeran que la contara diría que no es la Ciudad del Dólar, que me viene un poco antigua. La Ponferrada de mi generación es la de Franco abuelo y disfrazado de rey sin democracia. La ciudad de las minifaldas de las hijas de familia, camino del Club de Tenis, todo calor y toallas, ojos grandes de la pubertad; pongamos que hablo de 1965. Ponferrada de los predicadores melifluos, casi todos navarros, que venían a los colegios píos y a las parroquias más ortodoxas. Ponferrada de los hombrones en bicicleta, con sus monos azules, camino de los tajos y la bruma, en los lavaderos del carbón. Ponferrada de las calles del poblado de Compostilla en su plenitud, lleno de flores y de gerifaltes que pernoctaban en los chalets. Ponferrada de la OJE, aquellos muchachos repeinados y presumidos que hacían eso que llaman fardar. Ponferrada del desarrollo: coches que la gente iba comprando y yo que perseguía las matrículas hasta descubrir la más nueva de cada día. Ponferrada de los fotógrafos que parecían de Madrid, con sus tiendas modernas. Ponferrada de los burgueses en la platea del teatro Adriano, cuando las compañías dramáticas giraban con obras de Alejandro Casona. Ponferrada de Madrid tan lejos, y yo era un mozo que compraba precisamente el diario Madrid, todos los días en la plaza de Fernando Miranda, que entonces era un surtidor de gasolina, un surtidor de agua y el viejo bar Olego donde mi padre pasó su infancia y la guerra. Ponferrada del diario Madrid donde un día de 1971 leí una entrevista con Borges, a quien no conocía, y desde entonces fui de los suyos. De Borges y de Ponferrada, claro.

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