Diario de León

DESDE MI RINCÓN Rita Prada

Fiestas, festejos y otras zarandajas

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León

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En esta época de verano (si a lo que estamos pasando y padeciendo se le puede llamar verano), las fiestas patronales abundan por toda la geografía de la comarca. Cada uno de nuestros pueblos se viste de gala para homenajear al santo o santa que vigila y cuida con mano protectora la buena marcha de la villa y a los que los vecinos se encomiendan y elevan plegarias fervorosas cuando se necesitan favores divinos especiales en la confianza de que van a ser escuchados. Antiguamente reverenciar a los santos patronos era el día grande por excelencia; era el día que la vecindad esperaba ansiosamente para estrenar trajes nuevos, asistir a la misa mayor y echar unos bailes en el campo o zona habilitados para la ocasión con el único fin de disfrutar, divertirse y apurar hasta el último minuto de claridad antes de volver a casa anhelando la próxima celebración. Hoy todo ha cambiado; todo evoluciona, supuestamente, para bien y para mejorar la calidad de vida. También la forma de divertirse ha cambiado, no podía ser de otra forma. Hoy las fiestas de los pueblos han degenerado en recorrer calles arriba y abajo entrando en, la mayoría de los casos, cuchitriles que pomposamente denominan bodegas y donde sirven bebidas alcohólicas adulteradas que a lo largo de la noche producen en los consumidores malestares, mareos y vomitonas, visibles a la mañana siguiente, amén de restos de vasos plastificados rotos que actúan como cuchillos afilados. Están de moda y los jóvenes acuden en masa; dicen que a bailar y a escuchar música. Lo de bailar me lo creo, lo de escuchar música, no. A menos que a la estridencia de infames sonidos que se escuchan se les llame música. Cada bodeguero, si así son llamados, opta por un tipo diferente de ruido y todos ellos juntos forman una amalgama de sonidos insufrible a la que se da el nombre de ¿música? que sale a través de unos altavoces agudos y chillones que hacen chirriar los oídos. No contentos con eso las luces cambiantes de colorines las enfocan contra las fachadas de las casas para que actúen como reclamo por si el escalofriante soniquete no fuese suficiente. Supongo que estas bodegas, abiertas única y exclusivamente, para hacer negocio rápido y fácil cubrirán todos los gastos de los festejos y no será necesario pedir de puerta en puerta la cuota que la comisión haya estipulado que deben pagar los vecinos. Algo es algo. Nadie está en contra de que se habiliten recintos especiales, o lo que sea, para divertirse y tomar copas en determinadas fechas y a todos nos gusta que nuestro pueblo celebre las fiestas y la gente se divierta pero con un principio y un final.

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