Diario de León

FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

Los Panchos en Bembibre

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Bembibre vivió su esplendor festivo el pasado fin de semana. Pero ya las fiestas veraniegas principian a tocar los timbales de su fin. Los chavales vuelven al redil, al cole, a la rutina, y los mayorcitos a sus rollos existenciales. Bembibre se volvió mejicana por unas horas, mientras Los Panchos nos cantaron unos lindos boleros. Boleros soñados de amor. "Baladas con pequeños frijoles negros al lado". Los Panchos ya forman parte de la leyenda. Son como unos seres que existieron alguna vez. Ahora, en verdad, Los Panchos son como otros panchos, quizá irreconocibles, aunque nunca tuviéramos la oportunidad de escuchar en directo a aquellos míticos músicos que comenzaran su andadura en los años cuarenta, cuando en España se vivía en la miseria más absoluta y desde el poder facha se intentaba hipnotizar al personal a través del NO-DO, el fútbol y los toros. Por aquel tiempo nosotros ni siquiera existíamos. Los Panchos, pues, son un mito. Y como tal pertenecen a la "universalidad imaginativa". El mito, señala Jung en sus Símbolos de transformación, es lo que es creído siempre, en todas partes y por todos. Sorprendería que alguien pudiera vivir sin el mito, o fuera de él. Si pudiéramos vivir sin mitos, seríamos como seres sin raíces, sin vínculos con el pasado. Sus voces legendarias siguen, no obstante, emocionándonos. Voces que pertenecen a un pasado glorioso, a un tiempo dorado, quizá, quizá, quizá... En aquella época Méjico era el primer mundo y los españolitos que pudieron, casi todos rayados de rojo, emigraron al ombligo de la luna, que así es como se le dice en versión poética a Méjico. "Mirar a México desde el aire es ver el rostro de la creación", escribe Carlos Fuentes. Y escuchar a Rafael Basurto Lara, eterno maestro del grupo, es como entrar en contacto con una revelación original. Su sentido del humor así como su voz prodigiosa lo convierten en un ser adorable. Todo mito -nos recuerda Jung en Los arquetipos del inconsciente colectivo- posee un significado vital. Y Rafael Basurto, acompañado de sus ahijados y su novia-esposa, es un mito hecho de carne y hueso, rebosante de vitalidad y con mucho sentimiento. El mito como encarnación colectiva del tiempo. El tiempo de América, en su totalidad, es el tiempo de la Utopía. Hispanoamérica o Iberoamérica es como un ensueño, una ilusión siempre presente, "la esperanza que alumbra el camino de mi soledad". Y Méjico, en concreto, es un país maravilloso y en ocasiones chingado, que te enamora luego, luego de vivir en él. Que prosiga la farra aun en tiempo de convulsión. Y abrácense fuerte, muy fuerte.

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