Diario de León

MOLÍN AMPUERO Manuel Cuenya

Eric Rohmer en Ponferrada

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León

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La Filmoteca de Caja España en Ponferrada nos brindó la pasada semana la posibilidad de acercarnos al cine de Eric Rohmer, que por otra parte es un cine poco conocido en España, Bierzo incluido. Rohmer pertenece a lo que se dio en llamar "La Nouvelle Vague" francesa. Una Nueva Ola a la que pertenecieron, entre otros, Truffaut, Chabrol y Godard, como máximos representantes. Hace tiempo que sigo con entusiasmo sus películas. Por fortuna, tuve la ocasión de ver gran parte de su cine en Francia, y en versión original, que es como se deberían ver todas las películas. Su cine no es espectacular, como esos productos o subproductos de dudosa factura cultural que nos meten por los ojos en estos tiempos faltos de ética y en los que predomina, antes que nada, la debilidad de pensamiento y la basura de espíritu. El nuevo cine hollywoodiense, y aun otros cines occidentales, nos enseñan a mirar la realidad con ojos emponzoñados. Estamos envenenados de tanta infamia como nos inyectan en las venas catódicas, celulares, celuloides, digitales... El cine de Rohmer nada tiene que ver con el cine espectáculo, con el cine comercial, ni puta falta que nos hace. Su cine es intimista, basado en unos personajes bien diseñados -mal que les pese a algunos críticos- y unos diálogos sutiles e inteligentes. Uno puede llegar a identificarse con facilidad con estos personajes. A menudo vemos personajes atormentados, confusos, con muchas dudas existenciales, en los que suele aflorar la falsa conciencia. En sus películas se pueden ver dos espacios superpuestos: un espacio objetivo, que es el que nos describe la cámara, y uno puramente subjetivo, que es el que construye de un modo imaginario el protagonista de la historia. Rohmer, como buen conocedor del comportamiento humano, es capaz de indagar en el fondo del alma y descubrir que los humanos, demasiado animales, por cierto, somos unos seres hechos de falsa conciencia, contradictorios, insatisfechos con la vida que llevamos, dispuestos a ofrecer una imagen ante los otros que casi nunca se corresponde con la verdadera realidad. Es como si la falsa conciencia fuera un mecanismo defensivo así como un motor que nos mantuviera vivos. Por una parte están sus cuentos morales, que hemos tenido la oportunidad de ver durante esta última semana. Y, por otra parte, sus comedias y proverbios, además de sus famosos cuentos de las cuatro estaciones. Los cuentos de verano y otoño, sobre todo el de verano, me parecen extraordinarios, deliciosos, como para degustarlos en días en que la vida cotidiana no da más de sí, y uno busca la estimulación necesaria para alimentar su imaginación.

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