Diario de León

MEPIROLAUNI Jorge Villa

Gastronómica Misógina

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León

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Una nueva Asociación Gastronómica comienza su andadura por estos lares. La conforman un grupito de amiguetes estudiantes. Sus acitividades se resumen en un evento culinario semanal que sirve como excusa perfecta para chismorrear sobre la mayor petardez o el asunto más sesudo acaecido por el Campus Universitario y, sobre todo, para comer, privar y hablar con total libertad del convidado más ausente y sin embargo presente. El primer banquete de la joven pero inquietante Logia tuvo lugar en casa de Manu quien, todo sobrado, destapó el tarro de las esencias con su exquisito Beef Strogonov regado con el peleón y nunca suficientemente ponderado vino de esos que selecciona un buen organizador con la intención de que no se desvirtúe la sobremesa. Verdaderamente quién desea tomar vino cuando el anfitrión y restaurador de esta gran primera comilona te obsequia a la llegada con su gran invento, la exclusiva y macerada "Daiquirinha", que acompañó a casi todos lo comensales durante toda la velada. Y sí, no hubo mujeres en esta primera reunión de la Asociación Gastronómica que algunos ya calificamos de misógina en el aspecto menos popular, más filosófico y berlanguiano posible. El referente, la piedra angular de cada palabra, cada comentario y cada gesto (obsceno o chabacano, sutil o delicioso) que se realizó allí hacía referencia a las ausentes, el sexo más fuerte. Porque se perpetuó una misoginia que radica en la deificación, en su elevación a los altares. Y a partir de esa premisa sucedió de todo. Alguno desvarió hasta los terrenos más pantanosos y dignos de ser mentados, otros se mamaron y poco más, hubo quien se encontraba místico, incluso la presencia de un espía con apariencia de nazi teutón impidió que el respetable, en varios momentos y hasta que comenzaron los efectos de santa Daiquirinha, se entragara como en su casa. El fin de fiesta de este primer ágape se dilató en el Punto y Aparte con canciones, copas y alguna enajenación hormonal con calabazas incluidas. Pero lo interesante de esta primera vez, de este algo tan corriente como inolvidable consistió en esa histórica división opinativa tan drástica de los españolitos de a pie (Juan y José, Ponce o José Tomás). Dos facciones se encontraron: los que escuchan y estudian a las mujeres y los que no. Sí, aquellos que entablan relaciones amatorias sin dificultad y por lo tanto no necesitan de conocer mucho más de las bellas Lolas y, por otra parte, los que soñamos con ligar más -menos imposible- y las admiramos, las escuchamos y las analizamos con una constancia y vehemencia casi científica. Resultado: para nuestra desgracia ninguno de estos grupos sabemos nada de ellas.

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