Los pueblos recuperan valor
Una enfermera y veterinaria ponferradina reabre el pueblo sin vecinos de Portelo
La mujer, que trabaja en el Hospital del Bierzo, se censó en esta aldea de Balboa con una casa en Galicia y 3 en el Bierzo
La pandemia ha puesto patas arriba muchas cosas. Una de ellas es que los pueblos abandonados, vacíos —también los habitados— han recobrado valor inusitado. El ejemplo lo encarna la historia de Eva Sánchez González, una ponferradina de 39 años criada en Benavente que ha decidido censarse y vivir a diario en la aldea berciana de Portelo, situada en las montañas del Ayuntamiento de Balboa, a 1.068 metros de altitud.
Eva Sánchez trabaja en el Hospital del Bierzo, en Ponferrada. Es enfermera, pero también estudió la carrera de veterinaria. Con su saber prepara planes para dar vida a este pueblo fronterizo hasta hace poco sin vecinos, peculiar por contar con cuatro casas: una de ellas perteneciente a la comunidad gallega y las otras tres a Castilla y León. La nueva inquilina de Portelo, a poco que dé un paso, se sitúa en la provincia de Lugo (municipio de Cervantes) o en el Bierzo (municipio leonés de Balboa). Hace décadas, esa aldea llegó a contar con cuatro cantinas, debido al trasiego de ganaderos.
Hoy, Eva reside en Portelo con su mastín, Firuláis. Lo adoptó una noche fría de nieve del pasado invierno. Desde casa escuchó ladrar y allí apareció el animal a las cuatro de la mañana, con serios problemas sanitarios y falto de comida. Comprobó que no tenía microchip ni dueño, lo curó y ya quedó en casa, adoptado como segundo habitante del pueblo.
Denuncia y soledad
Eva Sánchez asegura que vive a gusto sola, pero lamenta que ya le entraran en casa a robar
El lujo del pueblo
La única residente de Portelo asegura que no echa en falta comodidades de la ciudad
¿Qué motivos llevan a alguien a mudarse a una aldea abandonada y a vivir sola con un perro? Eva explica que decidió volver a Portelo porque allí está en pie la casa de sus abuelos, y aunque el inmueble estuvo en venta, optó por quedárselo y arreglarlo. «Vuelvo al pueblo porque es un tema con raíz familiar y porque me gusta mucho la naturaleza», argumenta sobre su decisión. Considera que es una forma de «estar en contacto con el campo, con el monte» y cree que «mejor que en Portelo, en ningún lugar».
En los primeros meses de la pandemia, a Portelo se trasladó a vivir Raúl Quiroga, taxista en Madrid de 77 años que decidía abandonar la gran ciudad por los aires limpios que le ofrecía la casa de sus padres y en la que nació (ver Diario de León de 10 de mayo de 2020). Raúl regresó a Madrid y volverá en verano. Pero no como Eva, que ha decidido asentarse y echar raíces en el pueblo de sus abuelos. «Conmigo vuelve a haber vida aquí de forma continua», remarca ella. «Yo estoy a gusto así, viviendo sola. Lo que creo que es una pena es lo que me pasó, que me entraran en casa a robar. Es una pena que por el toque de queda me haga pensar que es gente de cerca», lamenta. Lo denunció en la Guardia Civil, que investigan y permanecen atentos en vigilancia para que no vuelva a ocurrir. Eva no se arredra, y asegura que ese robo no truncará sus planes de hacer vida en Portelo.
Pregunto por cómo se vive en soledad en este pueblo. Responde con sonrisa y mirada viva: «Vivir en soledad depende de las personas. Hay infinidad de personas y caracteres. Yo estoy a gusto conmigo. No es que busque la soledad. Yo estoy en contacto con la civilización a diario y viajo mucho».
En cuanto a las carencias o incomodidades por falta de servicios, la única habitante de Portelo no echa en falta nada. Es más, por su ubicación, la aldea tiene la fortuna de que entra la señal de Internet y funciona el teléfono, clave para cualquier alarma. Eva asegura que, por sus circunstancias personales, no necesita otros servicios públicos en el pueblo: «No tengo hijos que tuvieran que ir al colegio. Yo voy a diario a una ciudad que puedo comprar. No veo carencia de nada en ese sentido. ¡Vivo bien en Portelo, la verdad es que sí!». Desde que ella llegó, han sido muchos los que se han interesado por volver, especialmente gente joven y con hijos. Los tiempos están cambiando.