Bien de Interés Cultural
La casona de los Santalla vuelve a alojar peregrinos
Reabre el albergue en el edificio BIC de Camponaraya tras una reforma de 550.000 euros La casa blasonada está envuelta en leyendas
Una concha labrada en piedra en lo alto del arco de medio punto que sirve de entrada principal a la vieja casona de los Santalla y Quiñones en Camponaraya recuerda que los peregrinos siempre recibieron auxilio en aquella vivienda solariega a la vera del Camino de Santiago. Más de dos siglos después de su construcción —posiblemente tres si se tiene en cuenta la antigüedad de la torre edificada por los Santalla a la que se adhirió el edificio— el final del Estado de Alarma ha servido para que la mitad del inmueble donde hace seis años se instaló un albergue con literas y habitaciones privadas, haya reabierto sus puertas esta misma semana después de aprovechar el confinamiento para culminar una inversión de más de medio millón de euros en su reforma.
«Me encantó el Camino, es una experiencia que todo el mundo debería hacer una vez en la vida», decía ayer mientras servía desayunos Cristina Saavedra, una de las socias del Abergue La Medina, instalado en la mitad de la propiedad que a principios de los años cincuenta el hacendado de Camponaraya Antonio Canedo Folgueral —abuelo del que fue alcalde en el cambio de milenio— adquirió al administrador de José María Quiñones de León, marqués de Montevirgen y uno de los apoyos del rey Alfonso XIII en los años convulsos que desembocaron en la proclamación de la Segunda República. Después de recorrer el Camino de Santiago en 2012, Saavedra le propuso a su amigo Javier Alba que abrieran un albergue en algún lugar de la ruta y cuando surgió la oportunidad de comprar la mitad de la casona en manos de la familia Canedo no lo dudaron.
Javier Alba y su socia Cristina Saavedra, en la parte reformada de la casona de los Santalla . L. DE LA MATA
«El Miner nos dio una pequeña ayuda al principio, pero la mayoría de la inversión, y supera el medio millón de euros hasta el año pasado, es nuestra», puntualizaba el propio Javier Alba, feliz de ver que su hostal comienza poco a poco a alojar clientes y peregrinos con el avance de la vacunación, mientras se sentaba con este periódico en la terraza exterior amueblada con vistosas mesas de masentería traídas desde Marruecos.
La reforma de la mitad de la casa convertida en albergue, y en alguna habitación tuvieron que abrir un lucernario para que tuviera luz natural, ha tenido que pasar, eso sí, el visto bueno de la Comisión Territorial de Patrimonio, entre otros organismos, porque el inmueble blasonado con el escudo de los Santalla y situada en la carretera principal de Camponarya, a pocos pasos de la Casa Ucieda, es Bien de Interés Cultural desde los años noventa.
Alfonso González Guerrero, con su libro. Abajo, vista genera. DL
En la otra mitad de la casona, la de la torre más antigua, continúa viviendo María Dolores de Guevara y Ribadas, una madrileña que emparentó con la otra familia de Camponaraya —la de Daniel Enríquez Cubero— que compartió la compra del edificio en 1950 al administrador de José María Quiñones de León, Sotero Rico Robles. Amigo del rey Alfonso XIII, en Camponaraya siempre se ha rumoreado que Quiñones invitó en alguna ocasión al rey a cazar en el Bierzo y Alfonso XIII pasó alguna noche en la vieja casona. No hay, sin embargo, ninguna prueba documental que lo confirme más allá de vagos testimonios indirectos que tienen su origen en antiguos sirvientes de la casona ya fallecidos. «Aquí se alojó mucha gente importante con los Quiñones. No tendría nada de extraño que el rey hubiera venido a esta casa invitado», decía ayer Dolores de Guevara, hija de un restaurador de óleos del Museo del Prado, a la puerta de su casa, bajo la concha labrada que avisa a los peregrinos.
Torreón más antiguo donde supuestamente durmió Alfonso XIII. DL
Que el rey durmió en la alcoba principal de la torre lo afirma rotundamente, sin embargo, el aficionado a la Historia Alfonso González Guerrero, que con mucho arrojo acaba de autoeditar un libro que se vende en el estanco de Camponaraya con un serie de textos sobre la historia de Naraya y de la vieja casona, junto con dos centenares de fotografías antiguas de la localidad. Un libro, no se puede obviar, cuestionado por más de un historiador desde su título osado — La historia de Naraya y su Marquesado —, para disgusto de González Guerrero, que en 2012 fue multado por la Junta de Castilla y León con mil euros por excavar sin permiso en La Válgoma para investigar y dar a conocer, de buena fe, lo que resultó ser un osario medieval.
Pero más allá de que en Camponaraya hubo un marqués, pero Naraya nunca fue marquesado, la de las cacerías de Alfonso XIII no es la única anécdota por confirmar que adorna la casona de los Santalla y Quiñones, emparentados desde 1807. En Camponaraya circulaban historias sobre las supuestas armas que un grupo de regulares de Marruecos acantonados en la casona habrían enterrado en el patio trasero para que no cayeran en manos de los republicanos. Y Javier Alba, que las conocía, quiso salir de dudas cuando compró la mitad de la casa en 2014. «El detector de metales no dejaba de pitar así que hicimos un agujero de cuatro metros con una pala, estuvimos cavando todo un día, pero al final no encontramos nada; solo algunas vasijas y platos recientes», decía ayer a la sombra de un edificio que estimula la imaginación de los peregrinos que, a falta de reyes, vuelven a hacer noche en sus literas.