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Patrimonio restaurado

La Campana de Fuego vuelve a la torre de la Encina

Las doce campanas restauradas o refundidas en un taller de Palencia regresan a su lugar en lo más alto de la Basílica de Ponferrada

Ponferrada

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La fundieron al pie de la torre, en algún momento del siglo XVI o XVII. El maestro campanero ordenó cavar un agujero profundo para fabricar el horno de barro, encendieron el fuego y después de verter la aleación de cobre y estaño calentaron la mezcla a más de 1.700 grados y le dieron forma a la campana más antigua de la Basílica de la Encina de Ponferrada. Cuatro siglos después, según las estimaciones del rector Antolín de Cela, y tras una concienzuda restauración en los talleres de Campanas Quintana en la localidad palentina de Saldaña, la vieja Campana de Fuego que tantas veces avisó a los vecinos de Ponferrada del peligro de los incendios, era izada ayer para ocupar su lugar en el sitio más elevado de la ciudad; el campanario de la basílica dedicada a la patrona del Bierzo, que otea el horizonte en la colina del casco antiguo.

Y junto a ella las nueve campanas del carrillón y otras dos hermanas igual de voluminosas y pesadas que también han salido de los talleres de Saldaña, bien porque han sido restauradas, bien para nacer de los restos de otras campanas; la María, que data de 1868 y con el yunque de madera ronda los mil kilos de peso; y la Morenica, que honra a la Virgen de la Encina, donde se ha aprovechado el cobre y el estaño de campanas rotas para crear una nueva.

Era la hora del Angelus y la campana de la vecina Torre del Reloj repicaba a mediodía cuando los operarios de la firma palentina iniciaban ayer la delicada operación de subir hasta el campanario situado a más de treinta metros de altura desde la plaza a la docena de piezas de metal con un camión grúa. Primero había que hacerle sitio a la docena de campanas doradas después del baño de arena al que han sido sometidas y los técnicos dedicaron al mañana a bajar del campanario otras piezas menores, con sus yunques o melenas de hierro,

En plena operación. L. DE LA MATA

Así que no fue hasta muy entrado el día cuando procedieron a elevar las piezas que deben devolverle la voz a una enmudecida Basílica. En el suelo, convenientemente alineadas, esperaban las nueve campanas de distinto tamaño que forman el carrillón, nueve campanas afinadas para reproducir las notas musicales del Do bajo al Re Alto y con un peso total, sin contar los soportes de madera, que casi mil kilos.«Parte de este bronce se ha recuperado de muchas campanas rotas que había en el campanario y se han refundido de nuevo. Este conjunto nos permitirá convocar el toque del Ángelus con una canción a la Virgen de la Encina y alegrar también a la ciudad», explicaba ayer Antolín de Cela.

El carrillón rehecho lleva nombres de santos en sus nueve campanas; Santo Toribio, patrono de la diócesis que dice la tradición religiosa que trajo de los Santos Lugares la imagen de la Virgen de la Encina; San Fructuoso, San Valerio y San Genadio, por los nombres de los monjes de la Tebaida Berciana que fundaron monasterios; San Gil de Casayo, otro monje berciano del monasterio de Carracedelo y anacoreta en los montes de Casayo; San Dictino, que fue obispo de Astorga; los papas Pio X y Pío XII por coronar a la Virgen de la Encina y por conceder el grado de Basílica a su santuario; y finalmente también una campana con nombre de mujer, dedicada a la monja Egeria, peregrina y viajera, escritora temprana, que todavía en la Hispania romana del siglo IV viajó a los Santos Lugares.

También con campanas rotas se ha dado forma a la Morenica, otros 600 kilos de peso y equipada para el volteo, con su badajo el yugo o la melena de madera y equipada con un electromartillo.

Las campanas más grandes, restauradas por encargo de la Asociación Nuestra Señora de la Encina llevan yugos de madera «tan dura como el hierro», cuenta De Cela, iroco-tali, con herrajes y ejes de acero encastrados a precisión, motores con piñón carcasa y badajos con astil de poliamida que, como hacían los monaguillos hasta los años ochenta y todavía hace algún campanero experto, aún pueden voltearse a mano.

Aunque el sonido manual de las campanas quiere ser Patrimonio Inmaterial de la Humanidad —la Basílica de la Encina tiene en mente celebrar un concurso de repiques— el volteo ya no avisa como antes de los incendios. «Se tocaba a rebato y era un repique muy reconocible», cuenta De Cela antes de que la Campana de Fuego vuelva a ocupar el lugar desde el que ha vigilado durante cuatro siglos los tejados de Ponferrada.