La torre de la Basílica
Vídeo | La Encina arregla una escalera de vértigo
El arquitecto Gerardo Arias diseña estos días el proyecto para concluir la musealización de la torre de la Basílica y mejorar el acceso al futuro mirador del campanario El rectorado buscará ayudas en el Instituto Leonés de Cultura
Una escalera empinada de madera antigua, peligrosa por vieja, que conduce al lugar más elevado de la comarca. Una colección de espejos venecianos donde el reflejo de una figura devuelve una imagen inquietante en un cristal con el azogue desgastado por el paso del tiempo. Una sobrecubierta que enseña robustos travesaños de castaño talados hace tres siglos, y todo en las entrañas de un campanario que ardió ‘el día de la centella’; un 4 de julio de 1736 en medio de una intensa tormenta de verano.
La torre de la Basílica de la Encina de Ponferrada —lo más parecido a una catedral que tenemos en el Bierzo— y algunos de los tesoros que guarda su Camarín recuerdan a una película de Hitchcock. A poco que uno sea cinéfilo, la imagen de la escalera que serpentea en el interior del cubo reconstruido hace tres siglos se parece demasiado al final de Vértigo , aquel filme protagonizado por James Stewart y Kim Novak que tan bien explotaba el miedo ancestral a las alturas y la sugestión que nos provocan las viejas historias de fantasmas. El reflejo vaporoso que devuelve uno de los cinco espejos venecianos sin restaurar en el Camarín de la Encina, obra de arte de la orfebrería del siglo XVIII, lo confirman.
De Cela, en el sobrecubierta, habilitado para las visitas. A. F. B.
Pero la historia de la Torre de La Encina, para la que el rectorado de la Basílica ya ha encargado al arquitecto berciano Gerardo Arias un ambicioso proyecto que culmine su restauración, habilite un museo y convierta el campanario en el mirador más alto del Bierzo, tiene más solera y va más allá del cine de suspense.
La torre original, cuenta el rector de la Basílica, Antolín de Cela, terminó de construirse en 1616, con un estilo renacentista todavía, pero no fue hasta el 19 de julio de 1622 cuando el obispo Mexía de Tovar consagró la colocación de las campanas. A punto de cumplirse el cuarto centenario, a De Cela le gustaría que para el año que viene las obras que quedan de la torre —y estamos hablando de una cantidad de seis cifras, estima— pudieran haber concluido. La primera puerta a la que llamará la Basílica es la del Instituto Leonés de Cultura (ILC) de la Diputación, que ya han subvencionado, con cargo al antiguo programa de Fábricas de Catedrales, las obras menores acometidas hasta ahora. Extinguido el programa, desde el ILC, el diputado Pablo López Presa, recordaba esta semana, sin embargo, que la Diputación tiene las manos atadas para subvencionar grandes obras en el patrimonio cuando se encuentran en ciudad de más de veinte mil habitantes como Ponferrada. López Presa recomendó a la Basílica que se dirija al Gobierno central, con el programa del 1,5 por ciento cultural que ya ha subvencionado las últimas obras en el Castillo Viejo, o a la propia Junta de Castilla y León, titular de las competencias.
El rector de la Basílica con dos de los espejos venecianos. A. F. B.
Venga de donde venga el dinero, se trata de la mayor obra en la torre de La Encina desde su reconstrucción en el siglo XVIII. Toda la estructura original se vino abajo en 1736, cuando «una centella», desarboló el campanario, incendió la torre y el órgano, y obligó a reedificarla con el estilo barroco gallego actual.
Con pequeñas aportaciones del programa que la Diputación mantenía para actuar en las fábricas de las catedrales de la provincia, el rectorado de La Encina inició al final de la década pasada los primeros trabajos para acondicionar un acceso seguro al campanario, abrir un mirador y reformar estancias interiores y el bajo cubierta y abrir de paso un museo sobre la historia de elemento más significativo de la Basílica, una de las construcciones que definen la línea del horizonte de Ponferrada, en el punto más elevado de la zona alta de la ciudad.
Gerardo Arias, ‘el arquitecto de la Basílica’ que ha dirigido todas las obras de restauración en la torre, la cubierta y otras estancias del templo en los últimos treinta años, diseña estos días una solución para colocar una escalera segura y habilitar el mirador en lo alto del campanario, además de musealizar cuatro espacios a lo largo de la atalaya. El primer tramo, ya concluido es una escalera de caracol embutida en una caja metálica. Pero el tramo superior es más complicado de resolver. En cualquier caso, Arias confirmaba a este periódico que la madera de esa parte de la escalera, que tiene tanto encanto como vértigo provoca al pisarla, no es segura y habrá que sustituirla, peldaño a peldaño.