Diario de León

Un gremio castigado

El renacer mustio de los feriantes

Después de dos años sin atracciones, con gastos y sin ingresos por la supresión de las fiestas, Ponferrada es su primer lugar de vuelta al trabajo

Ponferrada

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Llevan dos años cerrados. Ni un ingreso de lo que ha sido el sustento de toda su vida. Nada de nada. La pandemia acabó con las fiestas y con ellas se llevó a los feriantes y a sus atracciones. Nada del Saltamontes, nada de coches de choque, nada de casa de muñecas, pesca de patitos o tíos vivos. Han sido dos años de penurias, de miedos y de buscarse la vida como eruditos de la supervivencia.

Después de tantos meses sedentarios —varados sin presente y dudando del futuro— ahora empiezan de nuevo a ser nómadas. Y lo hacen en Ponferrada, con las fiestas de La Encina a medio gas, como un renacer mustio.

Ayer domingo, este periódico habló con varios feriantes que están levantando sus atracciones junto al Toralín, con la idea de abrir del 3 al 9 de septiembre. Será la primera vez en dos años que verán clientes de cerca.

Adriano Augusto (derecha), ayer montando los coches de coche. A..F. B

Clara es la madre de Iván Silva, una familia que llevan a sus espaldas más de 40 años dedicados a esto, a ir de fiesta en fiesta para ganarse la vida con sus cuatro atracciones. Clara —con una mirada y palabra que transmite paz infinita— cuenta que lo han pasado muy mal y que han tenido que hacer frente a gastos fijos, sin que nadie les echara una mano. Se creen verdaderamente los olvidados del sistema, que tanto castigó esta pandemia del covid. «Sobrevivimos, aunque hay muchos que se han ido a la ruina», manifiesta esta ponferradina, que se suelen mover con las atracciones por el Bierzo, Galicia y otros puntos de España.

Adriano Augusto es el responsable de los coches de choque. Tiene 44 años y vive en Columbrianos. «Nací en esto y lo hemos pasado mal. Ni una ayuda. Dijeron que sí, que nos darían la del mínimo vital, pero nada de nada. Con esta atracción era la única facturación que teníamos y tuvimos que buscarnos la vida; ir a trabajar por ahí en otras cosas. Comer hay que comer. Ahora con La Encina vamos a ver. Yo creo que la gente tiene ganas», sonríe Adriano, pese a todo.

Clara es la madre de Iván Silva, que lleva 4 atracciones. ANA F. BARREDO

Unos metros más arriba de los coches de choque está ya instalada la atracción del Saltamontes. La lleva Alejandro da Silva, que a sus 45 años, no ha hecho otra cosa que ser feriante. Procede de la zona de Valencia y reside en Benavente. Se mueve por el sur de Madrid, Ciudad Real y Galicia. Ahora toca el Bierzo, en la Encina de Ponferrada, y espera que no cancelen el San Froilán de Lugo o el Cristo de Porriño (Pontevedra). Relata Alejandro que, «si no tienes hijos que atender, se podría ir tirando dos años con todo esto cerrado», pero no es su caso. Tiene un hijo de 7 y otro de 9 años y, con el Saltamontes y la atracción del Rock & Roll cerrados, ha tenido que ingeniárselas en otras tareas. «Lo hemos pasado muy mal y no nos ha quedado otra que buscarnos la vida como podemos», dice, con la esperanza puesta en un futuro incierto.

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