Cerrar
Publicado por
León

Creado:

Actualizado:

El II Festival de Cortometrajes de Ponferrada acaparó durante esta semana la atención de los aficionados al mundo del Cine quienes todas las tardes acudían hasta Caja España para disfrutar o aburrirse con las historias que los aspirantes a cineastas del siglo XXI presentaron. Tengo un amigo que define los cortometrajes como films de duración breve que a menudo se hacen larguísimos y, a veces, me dan ganas de darle la razón. Los hubo buenos, malos, infumables y soberbios, como en toda obra de aprendizaje, pero me parece encomiable que una asociación como "Mi retina me engaña" organice un Festival de Cortometrajes a la altura, en cuanto a la selección, de los más importantes del panorama ibérico y a pesar de un milagroso presupuesto que me pega todo que sea ridículo. Desde aquí mi enhorabuena, vuelta al ruedo para los organizadores y mi absoluto respeto para un jurado quien seguramente fallará unos premios en disonancia con los que uno otorgaría, pero para eso afrontan valientemente como jurado, para que se premie lo que objetivamente consideren mejor. Y tras este preámbulo laudatorio y pelotero debo señalar que sólo una cosita me dio mucha pena y vergüenza durante las proyecciones, valga como reprimenda para los estudiantes de la Escuela de Cine de Ponferrada: No había vídeo ni película alguna en la que participaran alumnos de esta academia berciana del séptimo arte. Existirán excusas mil por parte de los inculpados (que si con las clases y eso ha sido imposible, que si la abuela fuma...) pero ninguna disculpa. Pitos y almohadillas para estos últimos. Y hablando de todo esto, hubo un corto, una fabulosa y alucinante historia que no se proyectó durante la semana del festival sino el viernes anterior, resultado del magosto juevil, en la planta quinta del campus. Corrían las diez de la mañana cuando las estoicas señoras de la limpieza realizaban su árdua labor desinfectante sobre tan imponente edificio. Las historia comienza en unas letrinas. De repente al abrir una de las puertas de un retrete, la buena mujer se encontró con un ecce homo inconsciente y en posición semigenuflexa. "Me asusté, no reaccionaba", explicó la señora a quien les escribe minutos después como cuando Gila relataba eso de: "Tras pegarle doce patadas en el estomago y cinco en la nuca sentenció: o está muerto o hay que ver lo que aguanta el bestia de él". En ese momento y en otro lugar de la misma planta, en una de las clases, se derrumbaba una jóven estudiante para estupor de sus compañeros y del profesor...Al final no pasó nada y todo se debía a los resacosos resultados de la jarana nocturna pero ¡Qué intrigante y bonito principio para el comienzo de una peli! ¿No?.

Cargando contenidos...