FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya
Más acá de la Costa da Morte
La Costa da Morte es como la costa mítica de los bercianos, nuestra playa ansiada, soñada, un espacio literario en el que bañamos nuestras ilusiones de marineritos anclados en puerto seco, y a veces nevado. Dicen las lenguas vernáculas que algún día contaremos con un puerto seco en Toral de los Vados. Pues vale, que se haga la luz color salmón en medio de las tinieblas. Ay marinerito, cuántas penas y fatigas te rondan en días en los que la marea, de puro negra y embravecida, se te enrosca en el pescuezo como una vil y ponzoñosa culebra. Ay marinerito, cuán aventurada es tu vida, esa vida hecha a la mar revuelta y devoradora, hipnótica y demoníaca. No olvides, estimado marinerito, que el mar, los océanos, se consideran como fuente de la vida y el final de la misma. Hace tiempo que descubrimos que "volver al mar" es como "retornar al útero materno", esto es, morir. La muerte, bajo la oscura y pútrida máscara del petróleo, no se harta de arribar a la costa gallega. Es como si alguien, algún meigallo, le hubiera echado el mal de ojo a esta costa. Últimamente se nos están viniendo todas las negras encima. Ni siquiera la declaración de Los Picos de Europa y Laciana como reserva de la biosfera es cierta. La incertidumbre es el principio de nuestras físicas realidades. Puto «Prestige» -el prestigio violáceo de la muerte-, que nos embadurna con sus puterías y piraterías, y pobrecitos pescaditos y pescadores. Nos cuenta Cela en su Madera de boj que nosotros no sabemos más que matar ballenas pero las ballenas se acabarán algún día y entonces la familia pasará hambre. Nosotros, los humanoides, no sabemos más que envenenar los mares a resultas de los muchos vertidos que le largamos, pero los mares y los peces se extinguirán algún día y entonces las familias se morirán de hambre y de sed. Y ya nunca más el mundo será mundo, sino un inmenso estercolero. Con nuestra salud biológica y/o ecológica -nos sigue recordando don Camilo desde el más allá- no se puede jugar ni ser irresponsable, porque la salud se pierde más deprisa de lo que se recupera, bien lo sabemos, y a veces tarda en volver o no vuelve jamás, la salud no es una lotería navideña -ahora que la Navidad se resuelve en mero cuento lotero- sino un pulso entre la vida y la muerte, hay que tener presencia de ánimo para gobernar la salud y administrara con provecho, el alma vive en paz en el cuerpo sano. La salud tardará en volver a la Costa da Morte, y las hermosas Islas Cíes, que algún día visitara en compañía de algunos familiares, pueden sufrir las consecuencias de esta catástrofe ecológica y económica.