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Inmuebles

Derriban dos casas en ruinas ocupadas por drogodependientes en Flores del Sil

«Todos los días había peleas entre ellos, aunque no se metían con la gente», dicen en el barrio

Un hombre barría ayer la acera frente al solar que han dejado los dos edificios derribados. L. DE LA MATA

Ponferrada

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«Todos los días había peleas entre ellos, aunque no se metían con la gente», decía ayer una vecina de la calle Málaga de Ponferrada, en el barrio de Flores del Si, mientras contemplaba, desde el ventanal bar del mismo nombre que el vial, el hueco que han dejado los dos inmuebles recién derribados por su propietario. Y lo decía con alivio porque las casas, abandonadas desde que hace tres lustros se marchó el último inquilino, se había convertido en un foco de marginación; un lugar, confirmó el concejal de Seguridad, José Antonio Cartón, convertido en refugio de drogodependientes. «Daban más miedo que problemas», añadía ayer la misma vecina, que prefiere que su nombre no aparezca en el periódico «por si acaso».

Con los informes favorables de los técnicos municipales y el correspondiente expediente de ruina, informó el edil de Urbanismo Pedro Fernández, el dueño del solar ha procedido esta semana al derribo de lo que Cartón denominó «un punto negro de actuación policial», que acumulaba varias denuncias vecinales después de que se hubiera convertido en un foco de marginación.

Captura de Google con los dos edificios antes del derribo. DL

Los dos edificios derribados, uno de tres plantas y otro de una, levantados durante el crecimiento de Ponferrada en los primeros años de la posguerra, no tenían buen aspecto. «El cartero se negaba a subirle el correo al último inquilino que vivía en el tercero y que se fue hace 15 años, porque las escaleras no eran seguras», contaba otro vecino al pie del solar despejado de escombros.

«Ahí pasaba de todo. Se vendía y se consumía droga», comentaba otro residente en la zona, de nuevo en el bar situado justo en frente y donde recuerdan que los dos inmuebles ruinosos también eran escenario de juegos de los niños del barrio. Meses atrás, cuentan en el bar a este periódico, un grupo de niños se coló en uno de los edificios, descubrió los extintores y no les ocurrió otra cosa que usarlos. «Salía polvo blanco de las ventanas, hasta que nos dimos cuenta de lo que pasaba», relata la primera vecina.

Y en la calle Málaga, en cualquier caso, saben que el problema solo se ha trasladado de barrio. «Nos dicen que ahora se han ido a La Placa», afirma la vecina de los okupas ocasionales.