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Nieves Concostrina, periodista y divulgadora de la historia

«A los humanos no hay quien nos domestique, vamos de cabeza al abismo»

Nieves Concostrian, en una imagen reciente. JESÚS POZO

Ponferrada

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De los epitafios en los cementerios, que encierran las mayores curiosidades, a las mentiras de la historia a las que se asoma ahora desde La Ventana de la cadena SER, Nieves Concostrina es una de las voces del curso de verano ‘Los círculos de la guerra’. El jueves 30 estará en la Uned de Ponferrada a las 16.00 horas.

—¿Es la guerra la gran mentira de la historia?

—No sé si las guerras son la gran mentira de la historia. Lo que sí es cierto es que la historia está repleta de mentiras por todas partes. Es el poder, el que maneja el cotarro, el que lanza las mentiras en beneficio propio y el que las usa para provocar guerras, y sobre todo para engañar al ciudadano y que apoye historias que son mentira. Es una pregunta complicada. ¿Las guerras son la gran mentira de la historia? Sí y no. Como todo. Las monarquías son mentira. La Iglesia está repleta de mentiras. Todo es mentira. Lo único que nos salva es estar informados para defendernos de esas mentiras.

—Tantos años de civilización y nos seguimos matando. ¿Nos queda mucho para domesticarnos?

—A los humanos no hay quien nos domestique, vamos del cabeza al abismo (ríe). Somos nuestros propios depredadores. Esto no tiene remedio. Vamos a morir todos, eso es un hecho. Tenemos fecha de caducidad como el yogur. Esto no solo no mejora, sino que cada vez somos más. ¿Cuántos somos? Somos ocho mil millones de humanos y esto va a peor. Nos acabaremos devorando unos a otros. Yo no lo voy a ver, Pienso morirme antes.

—Ramón Lobo, que también participa en el curso de la Uned, nos decía que las guerras nacen del miedo al otro. ¿Cómo superamos eso?

—El miedo al otro se supera siempre con diálogo, con cultura, leyendo, conociendo al de enfrente. Entiendo que es una respuesta muy obvia, pero es que no hay otra. La cultura, la educación es lo único que nos hace libres y es lo que nos civiliza. Y vuelvo a la pregunta anterior. Estamos incivilizados y esto no hay quien lo arregle. La única forma de no tener miedo al diferente es saber que el diferente es exactamente igual que tú. El prójimo que llaman las religiones. Pero por lo general, las religiones son las que más se cargan al prójimo, las que siempre están hablando del prójimo y luego son las primeras que ejecutan al que no piensa igual; y da lo mismo que sean judíos, cristianos o mediopensionistas, son todos iguales. Esos son los que te meten el miedo al diferente. Dice que hay que amar al prójimo, pero solo cuando el prójimo es de los suyos. Al otro prójimo hay que matarlo. Vamos, que no tenemos remedio.

—¿Cuál es el mayor bulo que recuerda en la historia de la guerra?

—No sé si son los mayores bulos, porque no tengo un ránking, pero podrían ser las batallas inventadas, las que no han existido nunca, pero que han sido de lo más rentable: la de Clavijo, que convirtió a Santiago de Compostela en un emporio económico absolutamente insultante, o ese otro negocio que hay en Asturias, en Covadonga, de una batalla que no existió y de una Virgen que no apareció. Me parece que esos guionistas fueron unos genios y se han hecho de oro. Esos bulos me parecen en el fondo geniales porque les ha facilitado millones y millones y millones y todo el poder económico que ahora tienen. Más recientemente, no es que sea un bulo, pero me estoy acordando de la Guerra de las Malvinas, una guerra que no tuvo ningún sentido y que existió únicamente para tapar las miserias y el desastre que era la dictadura militar argentina. Les sacudieron a los argentinos la banderita delante de los ojos, les mencionaron tres veces a la patria y allá que se fueron todos a pegarse por unas islas cuando la mierda la tenían dentro,.

—Vuelvo a Ramón Lobo. La palabra es la primera bala, ha dicho. ¿Hasta que punto ha pasado esto en la Guerra de Ucrania?

—Deshumanizar al enemigo o al que crees que es tu enemigo, es el paso fundamental para que no te duela matar, para que sientas lo mismo que cuando aplastas a una cucaracha, absolutamente nada. Se lleva haciendo desde el principio de los tiempos. Las iglesias lo hacen. Deshumanizaban al infiel, al hereje, al blasfemo y los convertían en nada para que nadie sufriera cuando lo vieran arder en una hoguera. Lo hizo Hitler. Deshumanizó judíos, homosexuales, gitanos, negros... y no los ves como personas, porque en el momento en que ves al de enfrente como una persona el estómago se te da la vuelta. Nos conmovemos en el telediario cuando vemos el sufrimiento de alguien, pero si consiguen que lo veas como un canalla y mala gente, te anestesian y ves que lo están matando y masacrando como quien oye llover. Ese es un riesgo que corremos todos. Ese peligro está en todos los humanos. No sé si a mí me podría ocurrir que en determinadas circunstancias yo viera que matan a alguien como quien oye llover porque han conseguido que vea de otra manera a esa persona. Eso forma parte de la condición humana y no pienso que los humanos seamos buenos por naturaleza, me parece una gilipollez como una casa; somos buenos cuando nos toca y podemos ser lo peor cuando nos tocan lo nuestro.

—Los bonobos hacen el amor para resolver conflictos mientras los chimpancés se pelean entre ellos. ¿Se ha quedado la humanidad en el medio?

—No tenía ni idea de que los bonobos copulaban y tenían sexo y poliamor para resolver conflictos (ríe). Me parece muy bien. Y los chimpancés se pelean. ¿Que si nosotros estamos en el medio? Nooo. Nosotros estamos con los chimpancés. Somos clavados a los chimpancés. El otro día preparaba un guión sobre el debate de la evolución en Oxford en 1860 y fue una historia divertidísima porque se juntaron creacionistas y evolucionistas. A los creacionistas no les entraba en la cabeza que pudiéramos venir de un mono, ‘pero el loco de Darwin, ¿qué está diciendo?’. Y el obispo de Oxford le preguntó al científico Huxley al que llamaban el bulldog de Darwin y que defendía las posiciones evolucionistas en aquel debate: ‘Así que venimos del mono. ¿Y usted viene del mono por parte de padre o por parte de madre’. Y le respondió ‘prefiero descender del mono que de un hombre como usted’. Pues eso, venimos del mono y somos chimpacés, no bonobos. Bueno, algún humano hay por ahí que para resolver conflictos supongo que follará... no sé. Creo que estamos más cerca del chimpacé que de los bonobos, porque somos mucho más tontos y los bonobos son listos. (Ríe).

—¿Cómo podemos combatir la guerra de mentiras?

—La única forma es evitando que la pluma se ponga al servicio de la espada. Siempre se ha dicho que la pluma es más poderosa que la espada. Depende. Como casi siempre está servicio del poder, claro que es más poderosa que la espada y más ahora que se puede fabricar un bulo y ganar una guerra o provocarla para ganarla. La única forma de combatir eso es con la información. Pero eso depende del ciudadano. El ciudadano que no esté informado es responsable de los males que le vengan encima. Los ciudadanos tenemos la obligación de estar informados, de estar educados, de saber lo que votamos, de no votar programas en blanco, de no creer al primer imbécil que aparece. Si tienes una mínima capacidad intelectual, vete a comprobar si lo que ha dicho es verdad. Antes el problema era el analfabetismo. Ahora la inmensa mayoría sabe leer y escribir, pero estar desinformado es peor que ser analfabeto.