Culmina el derribo del viaducto

El robot manejado por control remoto se quedó literalmente en el aire. Asido por una grúa de grandes dimensiones, se balanceó como un columpio mientras el tablero del vano se venía abajo y una nube de polvo envolvía las pilas que hasta entonces sostenían la estructura. Eran poco más de la una de la tarde, lucía el sol en los montes de Piedrafita y Vega de Valcarce, cuando el taladro del robot le dio la puntilla a la plataforma de hormigón. Dos días de trabajo culminaban con la demolición controlada del segundo vano del viaducto del Castro en el kilómetro 430 de la A-6, después de que los dos adyacentes colapsaran los días 1 y 3 de junio, en medio de una revisión de seguridad, por causas que todavía se desconocen. Las pilas (los pilares) sobre las que se apoyaba el vano, como sospechaban los técnicos, no se han venido abajo con el tablero.

«Me asomé y vi la polvareda, pero no sé qué hora era», decía a media tarde de ayer Alfonso García, vecino octogenario del pueblo de El Castro, el más próximo al viaducto, en mitad de su paseo diario por la vieja carretera Madrid Coruña. «Esto está muy transitado desde que están en obras», añadía mientras se despedía del periodista para seguir, cachaba en mano, su ruta por el arcén.

El ruido del desplome sacó a los vecinos del Castro de su letargo. No era para menos. Un vistazo al vídeo grabado por las cámaras de seguridad de las obras estremece porque el desplome controlado de la enorme pieza de hormigón trae a la memoria otros colapsos menos amables de grandes estructuras. Ahora llega el momento de analizar los restos caídos en busca de pistas sobre lo que le ha ocurrido al viaducto. De ello dependerá la reconstrucción del puente y la reapertura del tramo cerrado de la Autovía del Noroeste.