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El hijo: «Es algo emocional, una necesidad vital de mi padre»

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León

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Felicidad y la satisfacción de haber visto reconocido un derecho emocional. Esto es lo que siente el vecino de Los Montes de la Ermita que ha ganado la batalla judicial al Ayuntamiento de Igüeña para poder empadronarse en un pueblo del que nunca se ha ido. El suyo, el de sus padres, el de su mujer ya fallecida y el de sus propios hijos, que sin haber nacido en él, sí se han criado en sus calles.

El hombre al que la justicia le ha dado la razón en su lucha por ser un vecino censado en la localidad en la que nació y residió hasta los años 80 —y a la que volvió prácticamente a diario pese a vivir en Igüeña y Bembibre— ha preferido, de momento, mantener el anonimato ante el logro que le ha llevado a ser noticia. Pero Diario de León sí ha hablado con su hijo, igualmente emocionado por ver a su padre feliz y culminar un proceso judicial que se inició a finales de 2020 para que en los papeles oficiales figure lo que ya es un realidad. Porque el primer vecino reconocido de Los Montes de la Ermita ya vivía en Los Montes de la Ermita. Y como él, otras personas que también han solicitado el empadronamiento sin haber conseguido nunca el beneplácito del Ayuntamiento, según lamenta el hijo.

«Esa casa ha sido mucho más que una segunda residencia. Mis padres se fueron a principios de los años 80 porque mi padre trabajaba en la mina, pero desde el 2000 y hasta 2017, mi madre tuvo allí una explotación con más de 70 cabezas de ganado vacuno. De hecho, la amplió cuando mi padre se jubiló e intentaron ya entonces empadronarse en Los Montes, porque para que le dieran los pastos comunales estaba obligada a estar censada en el municipio de Igüeña. Ni con esas. Tuvo que empadronarse en casa de mi abuela en Igüeña», explicó el hijo del único vecino ahora reconocido.

«Al tener las vacas, mi madre estaba allí día sí y día también. De hecho, ha habido inviernos en los que se quedaron aislados por la nieve. La realidad de ese pueblo es que siempre ha habido gente, aunque en los papeles figure como un pueblo deshabitado. De hecho, además de mi padre, hay todo el año dos o tres familias más», explica un joven que recuerda que hizo la comunión en Los Montes de la Ermita para dejar constancia de su estrecha relación con el pueblo de sus padres y de sus abuelos.

Su madre falleció en 2013 y, desde entonces (especialmente tras lo más duro de la pandemia), el deseo de su padre de volver a la casa que había heredado de su familia fue todavía mayor. «Es algo emocional, una necesidad vital, por eso no entendemos por qué la negativa del Ayuntamiento, que ni siquiera nos da licencias para poder hacer obras», dice el hijo. Y eso que en este pequeño pueblo de montaña hay ya una veintena de casas arregladas, afirma. Sin ir más lejos, aunque no hay suministro eléctrico (sí agua potable), su padre tiene luz, televisión y hasta conexión a Internet porque —y aquí la controversia— la Junta de Castilla y León les concedió en su día una subvención para instalar paneles solares.

«No sé qué interés puede haber en que el pueblo se figure como deshabitado. La propia Asociación de Amigos de Los Montes de la Ermita está intentando legalizar el pueblo, que cambie el planteamiento urbanístico», afirma el hijo del protagonista de esta noticia.

«Mi padre en ningún momento ha pretendido perjudicar al Ayuntamiento, lo único que ha querido es cumplir con su deseo de vivir allí, de estar legalmente en su casa que es la casa que sus padres le dejaron en herencia», defiende el hijo. «Él quiere estar allí porque todos sus recuerdos están allí», resume.