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LA RESURRECCIÓN DE LA PIELA

Así renace el poblado del wólfram

El centro de visitantes de la Peña del Seo contará con un tejado con efecto espejo para reflejar la montaña

Ponferrada

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El último habitante del poblado del wólfram, la barriada de cuarenta casas que durante cinco años en la década de los cincuenta alojó a los trabajadores de la mina de la Peña del Seo en Corullón, es un mochuelo de mirada turbia que observa a los intrusos, suspicaz, desde el dintel del único tejado de pizarra que ha sobrevivido al paso del tiempo. El mochuelo mira con ojos intensos al alcalde del municipio, Luis Alberto Arias, que enseña a este periódico la vivienda que ocupó Jovino García, el guarda que veló por las ruinas del poblado hasta su jubilación, los últimos años desde la casa de Cadafresnas que compartió con su mujer hasta su fallecimiento. «Aquí tenemos un habitante. Te vigila en el dintel», bromea Arias con el periodistas mientras señala al ave silenciosa. Y el mochuelo ni se inmuta.

Si no le espanta el ruido de las obras que hasta el próximo mes de septiembre reconstruirán, unos metros más arriba, el edificio de lo que fue el antiguo cuartel de la Guardia Civil para abrir un centro multifuncional —que sirva a la vez de recepción de las visitas, refugio de caminantes y espacio sociocultural que lo mismo acoja un concierto, una exposición que una cata de vinos del Bierzo—el mochuelo será testigo de cómo se invierten los 300.000 euros con los que la Diputación de León y el propio Ayuntamiento de Corullón quieren resucitar una leyenda; la del poblado de la Piela y la única mina de wólfram que funcionó en toda Castilla y León.

Con los andamios puestos en el viejo cuartel destechado, la calle principal del poblado despejada de maleza, como las fachadas de las cuarenta casas en ruinas, el proyecto firmado por la arquitecta Itziar Quirós y ejecutado por la pequeña empresa local de Dragonte Drainsa quiere, en primer lugar, que todo el poblado siga pareciendo un ruina, aunque una parte vaya a dejar de serlo.  En segundo lugar, explica Quirós por teléfono, que sea un lugar útil para los vecinos tanto como para los visitantes, senderistas, cicloturistas, paseantes, y  quienes se acerquen al poblado de la Piela sugestionados por las historias que se han tejido en torno a la Peña del Seo, incluyendo la novela del recientemente fallecido Raúl Guerra Garrido, El año del wólfram , finalista en 1984 del Premio Planeta.

El mochuelo se queda en su dintel, pero la niebla acecha desde el pico de la montaña, con las obras paradas porque es sábado.  Aunque el día está plomizo, pasan dos corredores con un perro cubierto de barro. Poco después, curiosea en el poblado un senderista bien equipado, que se detiene a contemplar las piedras. Cuando el Ayuntamiento termine en el próximo mes de acondicionar toda la pista de casi cinco kilómetros que une el poblado con Cadafresnas —ya invirtió  60.000 euros en ensancharlo— será aún más fácil acceder en coche. El convenio que Corullón tiene firmado con la cementera Cosmos, le facilitará toda la gravilla necesaria para llegar hasta La Piela y que los turismos circulen por la pista sin rodar sobre tantos charcos cuando llueve.

El desbroce y el desescombro realizados permite apreciar la arquitectura del poblado. L. DE LA MATA

El tercer objetivo de las obras es rendir homenaje al paisaje inmenso que rodea al poblado, con unas vistas que se podrán disfrutar desde el propio centro de visitantesl. El edificio incluirá además un tejado a cuatro aguas de madera contralaminada y con paneles de un material de composite de aluminio — Stacbond Mirror — que fabricará la factoría de Stac en Villadecanes (Toral de los Vados) y que aportará al edificio una dimensión simbólica: el efecto espejo del material atrapará el reflejo de la Peña del Seo y del paisaje que rodea al poblado. «Depende de donde esté el sol se verá la peña o la ladera», explica el alcalde, al pie de la hormigonera de Drainsa y un montón de arena para mezclar con el cemento.

Luis García, el primer niño que nació en el poblado de La Piela. CORTESÍA DE LUIS GARCÍA

El poblado de La Piela lo terminó de construir en 1953 la Compañía Minera Montañas del Sur que explotaba la mina del wólfram. Pero para 1958, el precio del mineral que ambicionaban los nazis y los aliados durante la Segunda Guerra Mundial y que enriqueció a más de un contrabandista mientras duró el conflicto, ya no hacía rentable la explotación. Cerró la mina. Cerró el poblado, excepto la casa de Jovino García, que vivió allí con su familia unos años más. Y  cuando García también se fue a Cadafresnas, comenzó el expolio de los materiales de las viviendas. Así que las obras que ejecuta Drainsa le devuelven ahora al poblado algo de lo que los años le quitaron.

Y lo que haga el Ayuntamiento con el centro de visitantes a partir de septiembre dependerá de las ayudas que pueda recibir para contratar personal y de la reorganización interna de los trabajadores municipales. A Arias le gustaría que estuviera abierto al menos en verano, los fines de semana y para actividades puntuales.

Para una segunda fase —y el alcalde ya tiene en mente pedir nuevos fondos al Plan R del Instituto Leonés de Cultura de la Diputación—quedará el arreglo de la casa del vigilante, hoy convertida en la vivienda del mochuelo. Está por ver si para entonces, el último habitante de la casa que ocupó la familia de Jovino Arias, y donde nació el primer niño del wólfram, su hijo Luis García, sigue ocupando su lugar de privilegio en el dintel de madera o ha levantado el vuelto para unirse al resto de leyendas de esconde la Peña del Seo.