Diario de León

Salentinos fue el último refugio de la mujer de la cueva

Flamini, que ha vivido 500 días a 70 metros bajo el suelo, pasó casi tres meses en el Alto Sil para aclimatarse para una expedición a Mongolia

Este es el paisaje que la ‘mujer de la cueva’ eligió para preparar su aventura frustrada en Mongolia. DL

Este es el paisaje que la ‘mujer de la cueva’ eligió para preparar su aventura frustrada en Mongolia. DL

Ponferrada

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Mucho antes de tomar la decisión de aislarse durante un año y medio en una cueva de Gualchos (Granada) a 70 metros de profundidad —de donde salió el pasado viernes con el récord mundial de aislamiento y permanencia bajo tierra— la deportista madrileña Beatriz Flamini tenía otro reto, su gran reto, el de recorrer Mongolia en solitario atravesando la cordillera de Altái. Una expedición a la que tuvo que renunciar debido a las restricciones impuestas por el coronavirus, pero que preparó a conciencia durante meses y el Bierzo, concretamente Salentinos, fue su último refugio.

A las faldas del Pico Catoute (2.117 metros), entre Valdeiglesias (2.136 metros) y La Bóveda (1.942 metros), en el Alto Sil. Allí vivió durante casi tres meses la mujer que acaba de batir el récord mundial de aislamiento y permanencia bajo tierra. Lo hizo, primero, en el refugio de montaña comunal que hay en la braña ubicada al inicio de la subida hacia Catoute. En ella pasó alrededor de tres semanas antes de trasladarse a la cabaña que un vecino de Salentinos le ofreció, un poco más cerca del pueblo pero igualmente aislada. Fue el invierno de Filomena, el de 2020-2021.

Beatriz Flamini ya había estado en Salentinos en primavera. Hacía la vida en la furgoneta que ha sido su casa en la mayoría de sus aventuras. Estuvo unos días y se fue para regresar en octubre. Venía de la montaña palentina, buscando un lugar idóneo para preparar la expedición a Mongolia en condiciones y frío extremos. Salentinos cumplía los requisitos y se instaló, señala uno de los vecinos que hizo vida con ella durante su estancia allí.

Él la describe como una mujer fuerte y preparada para lo que estaba haciendo, con amplios conocimientos en montaña y las ideas claras. Le pilló uno de los inviernos más duros de los últimos años, con temperaturas de hasta 17 grados bajo cero en el pueblo y muy inferiores en el monte que ella convirtió en su casa. Entrenaba y recogía leña con un carrito de montaña que enganchaba a su cintura. Leña era lo que más necesitaba para poder sobrellevar el frío en un entorno inhóspito. Comida tenía. Lo había preparado todo.

Harinas y productos molidos y deshidratados eran la base de la alimentación de una deportista de élite acostumbrada a este tipo de dieta. Bajaba de vez en cuando a Salentinos y no le faltaba ayuda si así lo requería, pero la mayor parte del tiempo lo pasó en solitario. También daba conversación a los montañeros que pasaban por la zona, incluso a uno de ellos lo auxilió y ayudó a recuperarse tras sufrir una pájara, relatan quienes lo saben. No en vano, además de técnica superior deportiva y formadora de guías de baja y media montaña, tiene formación en prevención de riesgos laborales en altura, espacios confinados y trabajos verticales.

Un esguince de tobillo apartó a Beatriz Flamini de Salentinos. Se lo hizo en uno de sus entrenos habituales y acabó obligándola a retirarse mientras luchaba consigo misma y frente las noticias que llegaban desde Mongolia sobre la ampliación de los plazos de las medidas restrictivas para combatir la crisis sanitaria generada por el coronavirus. «Ella se adaptada a todo tipo de situaciones», asegura el vecino de Salentinos que pudo conocer de cerca el día a día de la que ya es la mujer de la cueva.

En Salentinos, Beatriz Flamini tenía montaña, invierno duro y aislamiento. Podía encadenar varias cumbres por encima o pocos metros por debajo de los 2.000 y ese era un contexto perfecto para preparar la expedición a Mongolia. En alguno de los vídeos que ella misma compartió en sus redes sociales —sin especificar, eso sí, la ubicación— se la puede ver en el Catoute, ya en la recta final de su estancia en la zona, en un remonte tras el esguince y un día de intensa niebla que la mantuvo en vilo durante un tiempo hasta que se reencontró con el camino. Eran situaciones habituales de su día a día en el Alto Sil.

«Pasábamos muchos días sin saber nada de ella hasta que algún día bajaba al pueblo o subíamos nosotros. Andaba mucho y dedicaba muchas horas a recoger leña. La cabaña en la que vivió más tiempo ahora está arreglada y es preciosa, pero cuando ella estuvo allí hacía más frío dentro que fuera. Había agujeros en las paredes y en el techo y entraba aire de continuo. No sé como pudo aguantar», relata el hombre que fue su amigo. Bea Monte. Así la tiene anotada en su agenda telefónica. Y del monte fue hasta encerrarse en una cueva. Dos contextos opuestos pero igualmente exigentes, extremos y al alcance de unos pocos.

Para ella, los montes de Salentinos eran el paraíso y así se lo transmitió a los vecinos. De hecho, pocos días antes de aislarse en una cueva de poco más de 450 metros ubicada en la Costa Tropical de Granada —entró a finales de noviembre de 2021— Flamini regresó a este pequeño pueblo del municipio de Páramo del Sil para visitar a quienes había conocido. Algunos la sitúan también en La Guiana con carácter esporádico y durante unas semanas después de irse de Salentinos estuvo en la comarca de Babia. Quería trabajar.

Llegó a Huergas de Babia en julio de 2021 y trabajó recogiendo hierba para un ganadero de la zona. Este mismo le presentó al propietario de la Panadería Alonso de Riolago. que necesitaba personal para afrontar los meses de verano, y en ella estuvo trabajando durante aproximadamente un mes.

La contrataron para las tardes, para ayudar en la preparación y el envasado de los dulces artesanos que comercializa este establecimiento, según relata el dueño, José Abel Alonso. Él mismo explica que en esta etapa, poco más de dos meses antes de aislarse en una cueva en la otra punta de España, ya lo tenía más que decidido y lo comentaba. «Ya estaba preparando cosas y deshidratando alimentos el tiempo que pasó trabajando con nosotros», afirmó. Para entonces, había renunciado ya de manera definitiva al reto de Mongolia en solitario que ahora, una vez fuera de la cueva, vuelve a encarar.

«Estoy seguro de que ya sea de visita o para quedarse unos días, pero regresará a Salentinos», aseguran desde allí. Con todos era una persona «muy sociable». «A mí me enseñó a atarme los cordones de las botas de montaña, que resulta que no sabía hacerlo bien, bromea uno de los que tuvo contacto con ella en aquellos días en los que el aislamiento era más cerca del cielo que del centro de la tierra.

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