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LAS MINAS DEL BIERZO ALTO EN BLANCO Y NEGRO

El año en que estalló ‘La guerra de Dios’ en Torre del Bierzo

Se cumplen 70 años del estreno de la película que Rafael Gil rodó en la Mina del Oro con Paco Rabal

Rodada en la Mina del Oro de Torre del Bierzo, la película La guerra de Dios, de Rafael Gil, se estrenó hace ahora setenta años y fue un éxito de taquilla. Narraba los esfuerzos de un sacerdote por acercar a la Iglesia a un grupo de resabiados mineros, pero bajo la moralina se colaba un retrato de la dureza de las minas de carbón del Bierzo Alto que fue premiado en el Festival de Cine de Venecia en plena eclosión del Neorrealismo. 

Ponferrada

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«También desde el fondo de las minas se puede ver el cielo», decían los carteles que anunciaban en los cines de la España de posguerra la proyección de la película de Rafael Gil La guerra de Dios, un drama sobre la pobreza y el rencor que trajo a Torre del Bierzo a actores como Paco Rabal, el francés Claude Laydu y, en el primer papel de su carrera, a un Jaime Blanch que hacía de niño y que hoy se ha convertido en un rostro popular por su  participación en series como El Ministerio del Tiempo . Se cumplen ahora setenta años del estreno de la película que puso a las minas de carbón del Bierzo Alto en los ojos de todos los espectadores de España. Declarada de interés nacional por el régimen, La guerra de Dios ganó la Concha de Plata a la mejor película española en el Festival de San Sebastián, fue reconocida en el Festival de Cine de Venecia y permitió a Paco Rabal obtener uno de los primeros premios de su carrera; la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos al mejor actor.

Imagínense el revuelo que causó un equipo de rodaje en Torre del Bierzo y Bembibre a principios de los años cincuenta. Setenta años después del estreno de la película de Gil, uno de los mayores éxitos de taquilla del año 1953, aún lo recuerdan los vecinos más mayores y en el museo de la Fundación Cultura Minera en Torre no solo pervive su memoria, sino que incluso hay una frase grabada en la pared del propio Jaime Blanch, que si no ha vuelto al Bierzo Alto en los dos últimos años ha sido por una mezcla de problemas de salud y agenda apretada: ‘Vi salir hombres tiznados de carbón. Eran los héroes de una España en blanco y negro. Héroes forjados a golpe de pico y luz de carburo’.

Esa expectación que levantaron los señores del cine quedó reflejada en la prensa de la época. «En todas partes, pero especialmente en Torre y Bembibre, encontró grandes facilidades para el rodaje», decía el Diario de León de Rafael Gil el 1 de diciembre de 1952. Abordado por el periodista durante un descanso del rodaje en el Bar Virginia junto al actor Fernando Sancho y el operador de cámara Alfredo Fraile, el director definía La guerra de Dios como  «una película de carácter católico-social en un pueblo minero, protagonizada por un sacerdote que batalla incansablemente para atraer al seno de la Iglesia a un nutrido grupo de mineros», respondía Gil, políticamente correcto, después de dar las gracias por las facilidades para rodar en la Mina del Oro de Torre del Bierzo y en el resto de los escenarios del film.

Cartel promocional de la película en Italia, donde fue premiada en el Festival de Cine de Venecia. DL

Pero entre las rendijas de la propaganda oficial se colaba el descontento, la pobreza, y un retrato de las penosas las condiciones del trabajo en las minas de carbón de la época. No es extraño que, en plena eclosión del Neorrealismo, la película fuera premiada en Venecia.

Poco antes del estreno y con motivo de una estancia en León con la compañía de José Tamayo para representar Edipo en el Teatro Emperador, el diario Proa también entrevistaba en agosto de 1953 al mítico Paco Rabal, todavía en los inicios de su carrera. Descubierto por el propio Rafael Gil cuando trabajaba como electricista en una de sus producciones, esto es lo que Rabal respondía al periodista:

—¿De qué interpretación está más satisfecho?

—En el teatro de Edipo , y en el cine de La guerra de Dios , aún no estrenada.

En otoño de ese año 1953, fue el mismo Teatro Emperador de León donde se proyectó La guerra de Dios . Pero la sotana y el rostro angelical de Claude Laydu —un actor que repetía un papel parecido al que había interpretado en Diario de un cura rura l (1951), otra película monumental de Robert Bresson— no pudieron esconder ni la dureza de la mina, ni la oscuridad de las galerías, ni los rostros tiznados de carbón de los que todavía habla Jaime Blanch.