«No tengo derecho a decir que ya hice bastante»
—¿Qué le da trabajar allí, en medio de tanta necesidad?
—Aquello me da energías para seguir. Los años pesan y dices que ya vale. Pero luego, yo no tengo derecho a pararme y decirme que yo ya hice bastante. No. No se puede parar y, para poder continuar a esas edades, se necesita esa energía. Ver, hablar, tocar, alegrarse con ellos y volver. Y entonces te dices: ‘Merece la pena seguir trabajando’.
—¡Tremendo! Su legado, después de tantos años seguro que merece la pena, pero, ¿No le da la sensación de que la historia se repite; otra vez con lo bueno y lo malo? La vida y la muerte a fin de cuentas... Es crear-destruir, crear-destruir, avanzar-retroceder ...
—Sí. Ya lo dice la Biblia. Hay un tiempo para construir y otro para destruir las mismas cosas. Hay un tiempo para llorar, para reír. No sé cómo contestarte. El Congo es un país donde el progreso es invisible prácticamente. Hace 60 años que llegué al Congo y hemos progresado muy poco. Le veo un porvenir muy sombrío mientras tenga todas las riquezas minerales que tiene
—La gran desgracia del Congo es su riqueza ...
—Es el coltán, cobre, cobalto ahora , el estaño, los diamantes, el oro. Lo tiene todo, el agua, la tierra, el sol. El Congo no podrá salir adelante mientras sean la multinacionales las que lo explotan.
—Y vuestra labor es la educación, formar para vivir.
—Nuestro objetivo siempre ha sido la educación. Sin ella no hay nada. Faltan escuelas, la situación es lamentable.
—Pero lo primero es comer.
—Lo primero es comer y tienen problemas para comer y tienen que pagar la escuela de sus hijos. Como apenas tienen para comer no pueden pagar la educación a sus hijos. En la región que yo trabajo, a pesar de nuestro esfuerzo, el 60% de los niños están sin escolarizar.