UNA VIDA DEDICADA A AYUDAR
Florentino García, misionero berciano: «África te enseña a no quejarte de nada»
Con 22 años hizo la maleta para ayudar a los pobres del Congo en tiempos del dictador Mobutu
Florentino García Vega tiene 81 años y su intensa vida sigue dedicada a los demás, a ayudar a los más necesitados. De Ponferrada, con 22 años hizo la maleta para ayudar a los pobres de misericordia en tierras remotas africanas del Congo. Fue en tiempos del dictador Mobutu.
Luego, se ordenó sacerdote tras estudiar en el seminario de la diócesis de Astorga y —ya ordenado cura— se convirtió en el minero número 452, en el laboratorio de la mina de zinc y plomo que Exminesa explotó entre 1977 y 1992 en los límites del Bierzo con Galicia, en el Cebreiro.
Con Isaac Núñez fue uno de los primeros en dedicar su tiempo a sacar de la droga a muchos jóvenes en Proyecto Hombre. Florentino también fue fundador en 1992 del centro Urogallo, dedicado en el Bierzo a atender niños, adolescentes y jóvenes en situación familiar vulnerable.
Este misionero que irradia paz y bondad, hoy sigue activo. Pasado mañana, el miércoles 10 de mayo parte hacia Kilela Balanda, donde es ‘el puente’ entre la ayuda española de Cáritas y los proyectos para los habitantes de esa remota aldea congoleña.
—¿Un misionero no se jubila?
—Seguimos trabajando, llevando a cabo proyectos educativos, sanitarios y agrícolas con Cáritas Diocesana de Astorga y en colaboración con Manos Unidas.
—Después de 13 años de misionero en el Congo se fue a la mina, como el 452 de Exminesa, ¿A hacer apostolado?
—No era exactamente a hacer apostolado. Estaba ya ordenado sacerdote, tampoco era químico, pero era un trabajo de análisis químico en el laboratorio.
—Después de fundar el Urogallo volvió al Congo en el 2000, ¿Qué se encontró?
—La vuelta al Congo en ese momento es dramática porque, el país había pasado dos guerras civiles y estaba destrozado. Fue un impacto muy fuerte. Y tras darle vueltas nos comprometimos de nuevo para apoyar sobre todo la recuperación del sistema escolar, casi desaparecido. Luego, acabamos en el tema sanitario y finalmente con la agricultura. Yo buscaba aquí los fondos, actuaba de puente.
—¿Vuestra misión está siempre en el mismo lugar?
—Sí, el mismo lugar y siempre trabajando con la gente. Está a 30 kilómetros de la fuente del río Congo. Es la frontera suroeste entre Zambia y el Congo, La población más cercana es Likasi.
—Y ahora vuelve otra vez ...
—Sí, por un periodo de tiempo corto.
—¿Y qué llevan: dinero, proyectos, planes de actuación?
—Vamos a evaluar. A África no hay que llevar nada, hay que ir y ver con ellos qué hay que hacer y qué se puede hacer. Luego, trabajar para poder ponerlo en marcha. No es llevar para hacer caridad. A África no es ir a eso, África es otra cosa.
—Es aportar formación ...
—Es aportar ideas, acompañamiento. A mí la frase más hermosa que me han dicho después de hace más de 20 años que estoy volviendo al Congo, es ‘gracias porque no nos has olvidado’. Prácticamente no te dicen gracias por la escuela o el manantial que nos has arreglado. nos dicen gracias por no olvidarnos. Lo más importante es el acompañamiento.
—Trabajáis en unas condiciones muy difíciles ...
—Trabajamos en paz, siempre. Yo he conocido momentos muy tensos en el Congo en 1965, 1966. La guerra en el sur no ha existido porque hay demasiados intereses económicos como para que haya una guerra. Hay coltán, muchísimo cobre y hay empresas muy importantes que están allí metidas y bueno ... Allí no conocemos la tragedia del norte, esas masacres intermitentes, la violación de las mujeres. En el sur eso no lo hemos conocido. Nosotros en esa zona trabajamos en paz y eso en el Congo ya es el 90%. Las dificultades sí existen. Falta de agua, luz, una buena cama, una comida elemental, transportes terriblemente precarios, pero eso es accidental
—Desde esa paz que le da su experiencia de tantos años, una vez que vuelve al Bierzo y ve lo que aquí disfrutamos y no valoramos lo suficiente ¿Le reconcome algo por dentro o ya forma parte de lo establecido de que la vida es así y las diferencias no tienen remedio?
—Hace 6 años que no voy al Congo. Yo, en cuantoponga el pie en la pista del aeropuerto, no ya en Kinshasa o Kilela Balanda ya tengo la sensación de que nunca me he marchado. Voy a estar 1 días y cuando vuelva al Bierzo me va a costar 3 semanas readaptarme. La vida aquí no es que sea absurda, vivir aquí es así, pero hay mucho que sobra. En 2001 cuando volví, después de 25 años de ausencia y vi la catástrofe que había, yo me dije nunca más me volveré a quejar de nada.
—Eso es África ...
—Nunca más me volveré a quejar de nada; ... Eso enseña. Esa gente soporta y vive feliz. Pero es que, además, yo no me puedo quejar de nada. Yo soy archimillonario. Bill Gates a mi lado es un pobre si yo me comparo con un kaonde y yo con Bill Gates. Yo soy mucho más rico para el kaonde que Bill Gates para mi. De Bill Gates para mi no hay nada que me interese y el kaonde nacesitaría todo aquello de lo que yo dispongo.
—En ese proceso de readaptación, cuando vuelve, ¿Qué le pasa por la cabeza como persona, como religioso con su concepción de la vida y la muerte?
—Como religioso siempre está la pregunta sobre el mal, ¿porqué el mal, porqué esta situación? Yo soy un hombre creyente evidentemente y siento como que mi fe se reaviva cuando voy y vivo en medio de aquella pobreza. Siento que Dios está más presente allí que aquí, entre aquella gente. No sé definirlo.
—¿Cómo ve al Bierzo, a su tierra, a España?
—No soy el más adecuado para emitir juicio. Yo veo a este área de la Europa occidental que vive muy bien. Creo que vivimos todos por encima de nuestras posibilidades, porque estamos endeudados hasta el cogote y como que no nos importa. Y además, deseamos endeudarnos más para vivir mejor. Veo a esta civilización occidental camino del suicidio. Pero bueno, yo soy un analfabeto en política y en economía y reconozco que es un juicio muy personal y no tiene ningún valor de referencia.
—Tiene su valor ...
—Es como yo lo veo.
—¿Y el Bierzo?
—El Bierzo ha vivido de las minas un poco como el Congo, pero aquí las minas dejaron mucho dinero. El pueblo trabajaba y moría en la mina, pero cobraba. En el Congo hacen trabajo de esclavos por 1 euro o 2 al día. El Bierzo debe seguir trabajando en la línea actual de explotar nuestros recurso naturales, la agricultura.