¿Fue ‘La caldera del Bierzo’ la térmica más antigua del Noroeste?
La falta de registros fiables dificulta la labor del Museo de la Energía
‘La caldera del Bierzo’, así llamaron a la primera central térmica de la Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP) que funcionó en la orilla del río Sil, comenzó a quemar carbón en el invierno del año 1920 y eso la convierte en una de las más antiguas de España. ¿Pero es la más antigua del Noroeste? Es la pregunta que llevan tiempo haciéndose en la Fundación Ciudad de la Energía y en la Fábrica de Luz-Museo de la Energía que ha puesto en valor aquel primer edificio con su chimenea de ladrillo de 33 metros junto con el complejo posterior que lo sustituyó una década después, en pleno auge del negocio del carbón.
Y a pesar de que el museo ha escarbado en la Historia, con mayúsculas, en busca de un dato contrastado que aumentaría el pedigrí del complejo, la falta de registros dificulta la respuesta, aunque es más que probable que sea un sí. Lo que sí tienen claro en la Fábrica de Luz es que en todo el conjunto de España hubo al menos media docena larga de centrales térmicas que se le adelantaron a la de la MSP en Ponferrada; alguna más si incluimos una primera central eléctrica de la Compañía Sevillana de Electricidad que ya producía energía en el año 1894. Después vendría la vieja central del Paral-lel en Barcelona, del año 1897, y muy cerca la del río Besós, que empezó a escupir humo de la combustión del carbón en 1913, apenas un puñado de años antes que la de Ponferrada. O la de Puente Genil en Córdoba, también a principios del siglo XX.
También de 1907 es la central térmica de Burceña en Baracaldo, que funcionó hasta 1985. Y en Huelva pueden presumir de contar con cuatro centrales térmicas contemporáneas de la de la MSP a la que se adelantaron en unos años y meses; la de Corrales abrió en 1917, la de Huerta Romana de Minas de Río Tinto funcionó entre 1909 y 1963, la Peña del Hierro fue construida en 1910, y la de Tharsis es de 1918.
«Quizá sea la más antigua del noroeste, pero al final lo importante de la térmica de la MSP es lo que significó para Ponferrada, porque supuso la transformación de la economía agraria a la industrial», explica la coordinadora de actividades culturales en la Ciuden, Concepción Fernández.
Construida en forma de T en 1919, con su omnipresente chimenea de ladrillo rojo de 33 metros de altura que hoy es todo un icono de la Fábrica de Luz, la primera térmica de la MSP ocupaba lo que hoy es el edificio de la cafetería y el restaurante, con un pequeño salón de actividades, del Museo de la Energía. Como muchas de las instalaciones hermanas que comenzaron a proliferar en España en los primeros lustros del siglo XX, la térmica de la MSP no suministraba electricada a la ciudad de Ponferrada cuando comenzó a quemar antracita, sino que dotaba de energía a la fábirca de birquetas, al lavadero de carbón y a las oficinas de la empresa en Ponferrada.
El viejo inmueble en forma de T mantiene el tejado a dos aguas, aunque ha perdido la escalera metálica que existió junto a la chimenea de ladrillo. En su interior albergaba una caldera y un turboalternador AEG de mil kilowatios hora. La chimenea no solo servía para evacuar los humos de la combustión del carbón, también proporcionaba el ‘tiro’ de aire que necesitaban las calderas por efecto de la succión.
En apenas una década, aquella primitiva térmica se quedó pequeña y la MSP edificó una nueva central anexa a lo largo de 1929, en estilo Art-Decó industrial, con la parte superior del edificio abierta a los vientos y chimeneas más pequeñas de diez metros de altura. A partir de ahí la ambición de la MSP creció y la central comenzó a suministrar energía a la red eléctrica. Así nació y creció la montaña de carbón que marcó el perfil de Ponferrada durante el resto del siglo XX.
Ya no era una caldera, sino tres, del fabricante Walther, las que alberga la nueva central, y la potencia pasó de 2.800 kilowatiso en 1930 a los 13.000 kilowatios de sus últimos años,
Años en los que se hizo realidad una de las anécdotas más jugosas de la historia de la térmica; en la sala de turbinas, cuando llegaba la Navidad, los operarios que estaban de guardia calentaban el chocolate y los langostinos cocidos sobre la turbina más próxima a los ventanales. Porque la térmica no dejaba nunca de producir electricidad.