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Fariñas, el fotógrafo del burrito de fieltro

Un mural en el campus de Ponferrada recuerda a Isidro Corral, retratista ambulante que recorría los pueblos con un burro de juguete para fotografiar a los niños y hacía tándem con ‘El barquillero’ en las fiestas

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Ponferrada

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El gancho era un burrito negro de fieltro, con las crines amarillas, los ojos grandes y las pezuñas peludas. Isidro Corral Rodríguez, más conocido por su apodo de Fariñas , ya era fotógrafo ambulante en los pueblos de Ponferrada cuando lo descubrió en un escaparate a mediados de los años cincuenta y decidió que aquel juguete tan atractivo, donde los niños se sentaban a caballito en cuanto lo veían, era lo que necesitaba para llevar más dinero a casa con su cámara Kodak Brownie.

Esta es la historia de cómo un burro de fieltro le cambió la vida a un hombre de origen humilde que aprendió a tomar fotografías con un viejo maestro en la calle del Rañadero, que hizo tándem con el popular Pepe Cortés, El Barquillero , en fiestas y verbenas, y de cómo dos décadas después de su fallecimiento, en el campus de Ponferrada no se ha olvidado ni del juguete, ni del fotógrafo que recorría los pueblos.

Hace dos semanas, el campus acogía una jornada sobre ‘Envejecimiento, Invisibilidad, y Género’ que sirvió para presentar de un mural con imágenes en blanco y negro tomadas por Fariñas, acompañado de un burrito de fieltro como el del fotógrafo. El mural, que todavía está expuesto en la Biblioteca, representa las redes que se tejen entre personas de distintas generaciones y Fariñas había sido el lazo de unión entre universitarios y jubilados en el proyecto Caminatas Intergeneracionales. Dos de los nietos del fotógrafo, Andrés y Marcos Corral, estudiantes de fisioterapeutas, participaron en esas caminatas y así descubrieron que su abuelo seguía siendo tan popular como el burrito de fieltro.

«Mi madre lo cosía cuando se le rompía. Y si ya no se podía coser, entonces compraba otro de la misma marca», cuenta el hijo de Fariñas , Javier Corral. Así durante treinta años, hasta que el asma obligó al fotógrafo a jubilarse prematuramente a mediados de los años ochenta.

Isidro Corral fue «un niño sin padre», cuenta Javier. Un ‘hijo de moza soltera’ como se decía entonces. Su madre, Almudena Corral Rodríguez, lavaba y planchaba en las casas acomodadas en aquella Ponferrada de hace un siglo, acarreaba agua de los pozos y se encargaba de las tareas más engorrosas. Solo con el tiempo ha conseguido Javier averiguar que su abuelo fue un hombre «de familia bien» que se marchó a Perú después de tener dos hijos con su abuela.

Almudena sacó adelante a los dos niños sin ayuda. Su nieto todavía recuerda los gritos con los que se despertaba de noche cuando soñaba que la casa ardía, como le había ocurrido al edificio de la calle Once Mil Vírgenes donde tenía una habitación alquilada. Apenas tuvo tiempo de sacar de allí a los dos niños.

Almudena no sabía leer. No sabía escribir. Pero se las apañó para enseñarles las dos cosas a sus hijos, Isidro y Juan. La veían desde la ventana de su nueva casa en la misma calle con un libro, un papel, y los dos niños. Y le preguntaba cómo había conseguido enseñarles sin saber leer ni escribir. ‘Porque ellos no saben que yo no sé», cuenta Javier que respondía a las señoras para las que trabajaba.

«El apodo de Fariñas se lo puso él», explica Javier. «Se colaba en el Castillo con otros niños, por un agujero que todavía está debajo del puente, y jugaban al Conde de Montecristo. Fariñas es el personaje que está encarcelado con el Conde y le cuenta donde está el tesoro», añade.

Algo vio Fariñas en la fotografía que le fascinó. Aprendió con un fotógrafo que tenía su estudio en El Rañadero y en la posguerra comenzó a recorrer los pueblos, primero en bicicleta, después en una moto. Nunca en coche. «Les tenía pánico», cuenta Javier.

Estamos en los años de la Ciudad del Dólar. La Ponferrada del carbón y Endesa, del dinero desigual. Y Fariñas, que era guapo y tenía labia,se casaba con Adelina Rodríguez Cobo, una joven bien vestida, bien educada, que había aprendido el oficio de doncella con una familia rica de Vigo y que de regreso al Bierzo «enseñó a ser señoras a las señoras de Ponferrada. Era tan elegante que las señoras se la rifaban». Con Adelina tuvo tres hijos, Javier, César y Alberto. Y la cámara Kódak, y el burrito de fieltro, y el tándem con El Barquillero , le ayudaron a darles la educación que él no tuvo.

Hay pocas imágenes de Fariñas , que durante la última romería de Bárcena del Río, antes de que las aguas del embalse sumergieran el pueblo en 1959, tuvo que darle una cámara a su mujer porque todo el mundo quería hacerse una fotografía con la Virgen. «Hacía fotos, pero no le gustaba que se las hicieran», dice Javier. Su padre murió en 2001, su madre, hace dos meses. «Quizá fuera la primera fotógrafo del Bierzo», aventura. Y aún sigue esperando a que Ponferrada le dedique una escultura a Fariñas y su burro de fieltro, como hizo con Pepe Crespo y su barquillera de latón en la plaza del Ayuntamiento.