El día en que el rey concedió a Ponferrada el título de ciudad

El rey Alfonso XIII, bisabuelo de Felipe VI, se encontraba de vacaciones en San Sebastián en los primeros días del mes de septiembre de 1908 cuando le llegó una petición que le llevó a interrumpir su descanso; la vieja villa de Ponferrada, que había crecido en torno al puente que el obispo Osmundo y Alfonso VI habían ordenado construir para facilitar el paso de los peregrinos sobre el río Sil allá por 1082, la localidad con fueros desde 1180, que había dado un salto con la construcción de la carretera de La Coruña a mediados del siglo XIX y con la llegada del ferrocarril en 1882, quería ser ciudad.

Aquella Ponferrada de 1908, que rozaba los ocho mil habitantes, ya había desplazado a Villafranca del Bierzo como lugar más poblado y más pujante del Bierzo y aunque aún faltaba una década para la construcción de la primera central térmica de la MSP y el desarrollo vertiginoso de la industria del carbón, las autoridades locales consideraban que merecía entrar en el club de las ciudades. La inminente Coronación de la Virgen de la Encina prevista para las fiestas de aquel año, eran una excelente oportunidad de convencer al Gobierno y lograr la firma del rey.

Y así fue. El entonces ministro de la Gobernación, Juan de la Cierva y Peñafiel, firmó el Real Decreto y el documento viajó a San Sebastián para añadir la obligada rúbrica del monarca. «Queriendo dar una prueba de mi Real aprecio a la villa de Ponferrada, provincia de León, Vengo en concederle el título de Ciudad. Dado en San Sebastián a cuatro de Septiembre de mil novecientos ocho», decía el texto del Real Decreto. El escrito llegó a Ponferrada dos días después y el 7 de septiembre aparecía en La Gaceta, antecedente del Boletín Oficial del Estado. Y los ponferradinos pasaron de villanos a ciudadanos en plenas fiestas. De eso hace hoy 115 años.