Diario de León

Compostilla: la cara y la cruz del carbón

La primera central de Endesa en Ponferrada renace en La Térmica Cultural mientras la segunda en Cubillos se vuelve polvo de hormigón

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Ponferrada

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La inauguró Franco, a la orilla del río Sil en Ponferrada, el día en que la guerrilla antifranquista que malvivía por los montes del Bierzo y la Cabrera no se atrevió a atentar contra el dictador (aunque el bulo difundido desde el exilio republicano y negado por el último miembro de la partida del mítico Girón haya calado entre algunos guías turísticos). Con los años se quedó pequeña y fue necesario construir una heredera en Cubillos del Sil que aportara más energía a la Red Eléctrica y que llegó a contar con cinco grupos térmicos, chimeneas de más de doscientos cincuenta metros de altura que emergían sobre la niebla y dos enormes torres de refrigeración de 110 metros de alto y medio centenar de ancho.

Esta es la historia de las dos centrales de Compostilla; el orgullo de Endesa en el Bierzo, la cara y la cruz del carbón. Y lo son, cara y cruz del sector que alimentó a la comarca durante un siglo, porque aquello que el final de la minería le ha dado a Compostilla I —restauración millonaria para convertir el edificio en un centro cultural de la Fundación Ciudad de la Energía con una sala de Fuego Verde que alberga helechos del Carbonífero— se lo ha quitado a Compostilla II después de la voladura en Cubillos de las dos torres de refrigeración y la chimenea del grupo tres. El incierto futuro que les espera a las dos chimeneas que aún se mantienen en pie en la segunda Compostilla, una central que debe estar desmantelada por completo dentro de dos años, agranda aún más el contraste.

Compostilla I nació a partir de la creación de la Empresa Nacional de Electricidad (Endesa) el 16 de noviembre de 1944 en Ponferrada. En la España aislada de la posguerra y la autarquía económica, el Gobierno de Franco consideraba estratégico al sector del carbón y Endesa debía ser el instrumento para mantenerlo bajo control. Así comenzó la construcción de la central, no lejos del lugar donde ya funcionaba desde hacía un cuarto de siglo la térmica de la Minero Siderúrgica (MSP) de Ponferrada (hoy Fábrica de Luz-Museo de la Energía) y después de que Endesa recibiera la concesión del salto de agua de la Fuente del Azufre.

En cuatro años, aquel complejo bautizado con el nombre de central térmica de Compostilla, —como el barrio de Ponferrada donde Endesa también había comenzado a edificar un poblado inspirado en la Ciudad Jardín para sus directivos, sus ingenieros y algunos de sus trabajadores— ya estaba listo para que Francisco Franco lo inaugurara. Y eso ocurrió el 28 de julio de 1949, en un acto con todo el boato que la dictadura le imprimía a las inauguraciones de obras públicas. «El espíritu y la fe en España hace que se muevan montañas», llegó decir el dictador durante su discurso, satisfecho porque la central de 50.000 kilovatios estaba en pie en apenas cuatro años, y en un día en que también recibiría la Medalla de Oro del Ayuntamiento, según recogía el diario Proa .

El atentado que nunca existió

Aquel día, según ha relatado Francisco Martínez Quico, el último guerrillero vivo de la partida del mítico Manuel Girón Bazán, trabajadores de la central les habían propuesto atentar contra Franco. Pero les dieron largas. «No podíamos armar a veinte o treinta trabajadores, como querían» y atentar contra el dictador «hubiera sido una irresponsabilidad porque era algo que iba a fracasar», reconoció Quico a este periódico en 2019 para desmentir un bulo, el del atentado fallido contra Franco, que a pesar de todo ha calado y contamina incluso las anécdotas que cuentan algunos guías turísticos.

Pero aquella primera central quedó pronto obsoleta y solo funcionaría durante 25 años hasta su cierre definitivo en 1974. Pronto comenzaron los planes de Endesa para construir otra térmica más moderna en Cubillos del Sil, a la orilla del embalse de Bárcena. Y así fue cómo en 1961 funcionaba ya el primer grupo de la central de Compostilla II. Para 1972 estaban activos los grupos dos y tres y en 1984 comenzaron a generar electricidad los grupos cuatro y cinco. Foster Wheeler, Westinghouse y Mitsubishi fueron los fabricantes de calderas, turbinas y alternadores. La central de Compostilla II, santo y seña de la antracita del Bierzo y Laciana, llegó a contar con una potencia instalada de 1.341 MW, recuerda Emilio Ares Bolado, supervisor del proyecto de demolición de la central, en la web de Endesa.

Los tres grupos más modernos, los últimos en activo —cuando la central cerró el 30 de junio de 2020 la potencia todavía era de 1.051 MW —disponían de desulfuradoras de tecnología Alstom y Mitsubishi. Y aunque en 2008 Endesa anunció la sustitución del grupo uno fuera de servicio y del dos y tres por ciclos combinados de gas natural para adaptarse a la nueva normativa ambiental, en 2016 dejaba sin efecto la autorización administrativa después de seis años sin presentar los avales de la obra. La central, con la nueva normativa de emisiones a la atmósfera de gases de efecto invernadero, estaba sentenciada. El Día de la Constitución de 2018 fue la última vez que aportó energía a la Red Eléctrica. Y el 30 de junio de 2020 dejaba de estar disponible y comenzaba el desmantelamiento del complejo, que esta semana pasada ha vivido la voladura de las torres de refrigeración y la chimenea del grupo tres después de que el intento de indultarlas con una declaración de Bien de Interés Cultural por parte de la Junta de Castilla y León se frustrara ante, ese ha sido el argumento, el elevado coste de su mantenimiento. La cruz de Compostilla está clavada y a la espera de ver si es posible salvar alguna de las dos chimeneas aún pie, también falta por ver si el plan Futur-e para aprovechar las 375 hectáreas del solar con proyectos industriales supera las escasas expectativas que la mayor de actores políticos le conceden.

La Térmica Cultural

Mejor suerte, y esa es la cara de esta historia ha tenido Compostilla I. Después de cuarenta años abandonada, la Fundación Ciudad de la Energía, no sin titubeos finales, invertía en la década pasada una veintena de millones de euros en recuperarla. Y aunque no será una segunda fase del redimensionado Museo Nacional de la Energía, la apertura de La Térmica Cultural el pasado año, con la sala del Fuego Verde instalada en la antigua nave de turbinas donde lucen los helechos del Carbonífero, ha sido una de las mejores noticias que ha recibido Ponferrada, precisamente desde la recuperación de la térmica de la MSP para ser hoy la Fábrica de Luz; testigo luminoso del esplendor perdido del carbón.

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