Cerrar

El sueño ilustrado de la vieja Escuela Ropero de Campo

Se cumplen 250 años de la fundación del colegio creado para educar y vestir a los hijos de campesinos humildes de los pueblos de Ponferrada

DL30P16F3-19-14-08-2.jpg

Ponferrada

Creado:

Actualizado:

Reinaba Carlos III. Eran los años del despotismo ilustrado; todo para el pueblo pero sin el pueblo. Aunque el reino de España, este caso, aún no se hacía cargo de la educación de sus súbditos.

Estamos en 1776, las trece colonias inglesas en América del Norte se han rebelado contra otro rey, Jorge III, y en la Convención de Filadelfia, los nuevos territorios independientes sancionaban la Constitución de los Estados Unidos; en Francia soplan vientos de revolución; y en España las ideas ilustradas de el mejor rey de la dinastía de los Borbones no han calado tanto como para que el Estado se ocupe de las escuelas.

En este contexto histórico nació la Escuela Ropero de Campo en Ponferrada, una institución privada que duró cien años antes de convertirse en centro público y hoy Centro Cívico, y que vio la luz impulsada por el mayorazgo heredado de un hombre rico. Ese hombre se llamaba Manuel González Yebra, era natural de la localidad del extrarradio de Ponferrada y llegó a ejercer como deán de la catedral de Astorga y después de la de Málaga. Desde 1772 —se ha cumplido ya doscientos cincuenta años— Manuel González Yebra se empeñó en construir en Campo un enorme caserón de piedra, un lugar donde niños y niñas de origen humilde recibieran educación y ropa para vestirse. El historiador Miguel J. González recuerda ahora en la revista Bierzo cómo el sueño reformista de Manuel González-Yebra, que lo dejó todo atado antes de morir, se materializó en un enorme caserón de piedra que hoy se mantiene en pie igual de robusto que hace dos siglos y medio, convertido en Centro Cívico del pueblo y todavía con la imagen de la Inmaculada en la hornacina que adorna la fachada principal.

«Manuel González Yebra era un hidalgo con dinero porque heredó el mayorazgo de su familia y además de enseñar a los niños también los vestía. La escuela ayudaba a la gente más necesitada y era a la vez un almacén de ropa y de calzado», cuenta Miguel J. González. Así fue como la producción de las distintas fincas y propiedades de la herencia financiaron la escuela que tuvo entre 35 y 80 escolares dependiendo de los cursos, el sueldo del maestro y la ropa y el calzado que les proporcionaba a los alumnos durante un siglo.

El religioso González Yebra, que dejó su herencia a sus sobrinos al morir en 1778, tenía claro cuál era el objetivo de la Escuela Ropero: «Fundar una obra pía perpetua cuyo cargo principal ha de ser dotar un Maestro hábil y piadoso que los enseñe e instruya en los Rudimentos de nuestra santa fe y en las primeras letras de leer, escribir y contar, sacándoles de las sombras de la ignorancia en la vive envueltos», dice el documento de la segunda fundación del colegio en 1776 conservado en el Archivo Provincial de Málaga —una copia en mal estado apareció durante las obras de reforma del caserón emprendidas en 1987 por el Ayuntamiento de Ponferrada— y dónde el deán habla de su deseo de resolver «el desamparo en el lugar de Campo, mi amada patria, generalmente en todos sus habitantes, en particular en los pobrientos niños que tiernamente amo, cuyos padres, por sus ahogos y cortedad de medios no pueden proporcionarles ese alivio dirigiéndoles a otros pueblos»,

De esta forma, González Yebra anuncia en el documento fechado el 15 de noviembre de 1776 en Málaga —la primer fundación data de 1772 —su deseo de dotar a la Escuela Ropero con «los bienes Raíces que sufraguen las Asistencias del referido Maestro», de nombrar patronos para gestionar la escuela y de «invertir la cantidad de cincuenta mil reales» para costear los gastos, además de establecer un salario para el profesor de «doscientos ducados de vellón anuales». Ese primer maestro se llamaba Joseph Berdial, y era además «presbítero» que tenía que «decir Misa todos los días en la Ermita contigua» . González-Yebra también dejaba claro que los sucesores de Berdial también debía ser sacerdotes o estar en vías de serlo.

La escuela siempre tuvo más niños que niñas —condenadas, cuenta Jota, a dedicarse a las tareas domésticas en mayor medida— y estaba más llena en los meses de invierno que la época de la recolección, la vendimia y otras tareas agrícolas En 1857, por ejemplo, hay constancia de que había 27 varones y solo nueve niñas escolarizadas. «El analfabetismo en las mujeres era mucho mayor. Los padres no las llevaban a la escuela para que trabajaran en las tareas del campo y la casa. Eran vidas de esclavas», cuenta Jota.

A la escuela también acudía niños de Los Barrios, de San Lorenzo, incluso de Molinaseca y era un lugar «bastante moderno», dice el historiador, a pesar de su impronta religiosa, porque entre otras cosas solía llevar a los pequeños a excursiones fuera del colegio en lo que hoy serían actividades extraescolares, «como si fuera el Método Pestalozzi de escuela activa».

La segunda desamortización de 1855 dejó a la Escuela Ropero sin sus fincas y aunque aguantó unos años más con aportaciones de los vecinos de Campo para finales de siglo se convertía en escuela pública. Y como colegio público funcionaría durante un siglo más hasta la reforma de los años ochenta y su conversión, en 1990 el en Centro Cívico actual Reinaba Juan Carlos I. Y el despotismo ilustrado era historia.