Cuarenta metros separan el suelo de Onamio de la mina del Coto Wagner
Sí se sacó el hierro que había bajo las casas, dejando macizos de protección de entre diez y quince metros de espesor por debajo de un recubrimiento de material blando de otros 30 metros, según recoge un estudio de 2011 que descarta hundimientos importantes, pero no ligeros movimientos verticales del terreno
El día 27 de octubre, la tierra se volvió a abrir en el pueblo de Onamio (Molinaseca) sobre las entrañas de la antigua mina del Coto Wagner, de la que estuvo saliendo hierro durante treinta años, hasta 1982. Un agujero de algo más de un metro de diámetro despertó los fantasmas del miedo entre los vecinos de las casas más próximas, tan cerca como al otro lado de la calle La Cruz.
El hundimiento se produjo en una zona de huertas donde hubo problemas con anterioridad, a una distancia de poco más de diez metros del eje central de la galería subterránea de la vieja explotación minera, no muy lejos de una casa destruida hace años por la misma razón. Se sabe que a unos diez metros de este eje porque un estudio cartografió el terreno en 2011. Lo hicieron dos profesores del Departamento de Explotación y Prospección de Minas de la Universidad de Oviedo, Benjamín Sánchez y Delfín Puente, por encargo de la empresa Coto Minero Cantábrico (CMC), por aquel entonces propietaria de los terrenos.
Entre otras cosas, ese estudio certifica que sí se explotó hierro debajo del pueblo, que la zona más inestable se ubica a unos 50 metros de las primeras casas, donde no hay construcciones; que aproximadamente 40 metros separan el suelo que pisan los vecinos de la zona explotada y que el último agujero aparecido no coincide con una chimenea de ventilación de la mina, como así se ha dicho, sino que parece más bien la intersección de dos paneles de explotación (la capa de hierro se dividía en paneles).
«Entre un panel y otro hay una galería vertical o pozo que, a diferencia de las chimeneas, no llega a la superficie, sino hasta el recubrimiento. Lo dejaban para poder acceder al resto de la capa», explica el ingeniero Benjamín Sánchez. En las conclusiones, se recoge también que «no cabe esperar que se produzcan hundimientos importantes», aunque no se pueden descartar «ligeros movimientos verticales del terreno que pueden afectar a las edificaciones que se localicen sobre el filón».
No cabe esperar que se produzcan hundimientos importantes», aunque no se pueden descartar «ligeros movimientos verticales del terreno que pueden afectar a las edificaciones que se localicen sobre el filón
Ese recubrimiento que separa el suelo de la explotación subterránea tiene alrededor de 30 metros de espesor y está conformado por un «material terciario» blando, terroso y de poca consistencia. Y bajo él están los denominados macizos de protección que se dejaron para prevenir hundimientos. Son zonas de la capa de mineral que no fueron explotadas y que tienen un grosor de entre diez y quince metros, aunque el profesor Benjamín Sánchez reconoce que el plan de labores que tomaron como base para la realización del estudio «no deja muy claro» la disposición de los macizos de protección.
Este plan de labores al que hace referencia Sánchez es del año 1979. Fue el que les proporcionó la Sección de Minas de la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León en la provincia hace once años. En él se recoge que bajo los 30 metros del recubrimiento y la capa no explotada de los macizos de protección se encuentra una galería que fue socavada en vertical (de abajo hacia arriba). Se explotó lo que había, en algunos puntos hasta cotas muy altas, próximas a la superficie. En todo caso, estos se localizan en zonas más alejadas del núcleo poblacional y, en la mayoría de los casos, se percibe abiertamente en el propio terreno.
El estudio de Benjamín Sánchez y Delfín Puente (Estudio sobre la situación de los hundimientos derivados de la explotación de la mina Coto Wagner) divide el casco urbano de Onamio en tres zonas: Zona noroeste, zona centro (solo hay fincas) y zona sureste. La mayor parte del pueblo queda fuera del eje de la galería, pero hay dos conjuntos de casas directamente afectados —como se puede comprobar en el plano que acompaña a este texto— porque la galería pasa bajo o cerca de sus cimientos.
«Donde más se hundió es en la zona central, en la que la mayor parte eran terrenos de La Minero Siderúrgica de Ponferrada, porque ahí se explotó más. Este último agujero ha salido en la zona sureste del pueblo, donde ya se derrumbó un casa y hubo otras afectadas. En ese punto termina un panel de explotación», explica el profesor Sánchez.
El agujero no salió donde había una chimenea de ventilación, sino en la intersección entre dos paneles de explotación, un pozo vertical que no llega hasta la superficie, sino que para en el recubrimiento
En la zona noreste, la galería de la mina de hierro del Coto Wagner discurre por un lateral del casco urbano de Onamio, pero a medida que avanza hacia el sur, lo atraviesa por el medio, sobre todo en esa zona de fincas ubicada entre las dos agrupaciones de viviendas afectadas. Siempre según recoge el estudio realizado por los dos expertos de la Universidad de Oviedo en base al plan de labores de 1979.
El acceso a la mina de hierro del Coto Wagner se hizo en una zona de fincas a una cota de 673 metros, aproximadamente, la más baja posible. «No hay ningún otro punto más bajo por donde pudieran entrar por debajo de la galería que llamaron primer piso. Sí hubo otra galería más profunda, pero esa no está debajo del pueblo, sino al principio del mismo», aseguró Benjamín Sánchez, que también localiza la ubicación de las verdaderas chimeneas de ventilación de la explotación: «Hay una en una vaguada después del pueblo, hacia el sur; y otra apertura inclinada que llega al terreno, pero ninguna coincide con la zona en la que se ha abierto este último agujero».
En el estudio realizado en 2011, se descarta que se vayan a producir hundimientos importantes porque «estos ya los ha habido», pero «sí puede haber pequeños agujeros» como el que surgió hace casi un mes junto a la calle La Cruz. Asegura Benjamín Sánchez que si ese socavón se hubiera abierto bajo una casa con buena cimentación, «probablemente no se hubiera notado». Si es una casa antigua con las condiciones de las construcciones de antes, «sí peligra a que haya hundimientos parciales», añadió.
Si el recubrimiento que media entre la explotación del Coto Wagner y la superficie de Onamio fuera de un material más duro, el suelo «no hubiera bajado», afirma Benjamín Sánchez, pero «son 30 metros de materiales blandos, no es roca competente». Varios días de intensas lluvias como los registrados en octubre puede causar lo que pasó y que el suelo se abra, ya que «el agua arrastra el material de arriba hacia dentro de la capa explotada».
Testigos de yeso y otras medidas de seguridad
El ‘Estudio sobre la situación de los hundimientos derivados de la explotación de la mina Coto Wagner’ también recoge una serie de recomendaciones de seguridad que no se llevaron a efectos o no en su totalidad. «Proponíamos la realización de un seguimiento de las casas localizadas sobre el filón, comparando las grietas para ver cómo iban evolucionando», explica el profesor Benjamín Sánchez.
Entre las medidas concretas, los expertos planteaban, por ejemplo, la instalación de testigos de yeso.
Ese control que se recomienda en el informe debía ser continuo en las vivienda afectadas, tanto las habitadas como las que no. De hecho, en las no habitadas se planteaba una periodicidad trimestral.
En la parte que se explotó debajo del pueblo, el espesor de las macizos de protección es bastante homogéneo, salvo quizás en esa zona central que son fincas. Ahí se llegó más arriba
«En la parte que se explotó debajo del pueblo, el espesor de las macizos de protección es bastante homogéneo, salvo quizás en esa zona central que son fincas. Ahí se llegó más arriba. En todo caso, sobre la traza de la explotación no se debería construir nada nuevo. Yo, desde luego, no lo haría. Hay mucha parte del pueblo que queda fuera del margen de la galería en la que no se platean problemas ni riesgos», afirmó Sánchez, que también aclara lo que puede parecer una obviedad, que «no hay peligro de que el terreno se trague las casas que están encima de la traza de la explotación», aunque sí se pueden producir daños parciales.