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Un viaje sin retorno desde Fuerteventura para devolverle a Guímara el bar

Los vecinos de este pueblo de Fornela lanzaron un S.O.S. hace meses para no perder su lugar de encuentro y un gaditano de mundo que buscaba un cambio respondió a la llamada

Juan Luis Montes y Kervin Barreto en 'El fogón de Isabelita'. DL

Ponferrada

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Isabelita se llamaba la madre de Juan Luis Montes. Era andaluza y cocinera. Falleció hace algo más de un año y ese adiós cambió el esquema de vida de un hombre que siempre trabajó para otros y ansiaba desarrollar un proyecto laboral y personal propio. Lo encontró en Guímara (Peranzanes), a más de 2.300 kilómetros y un océano de la isla en la que vivía.

Aunque es de Rota (Cádiz), el trabajo en una cadena hotelera había llevado a Juanlu (así le llaman de cerca) hasta Fuerteventura; pero no estaba contento y un día se topó en Milanuncios con el S.O.S. lanzando por los vecinos de un pueblo de montaña del Bierzo que no querían quedarse sin bar. Guímara ya no era lo mismo sin nadie detrás de la barra que llevaba años recibiendo a todos y buscaron candidatos de cualquier lugar. Después de investigar un poco, Juan Luis no tuvo dudas de que ese pueblo de Fornela donde termina la carretera era perfecto para establecer su nuevo hogar.

Con unos pocos ahorros y la parte que le quedó de la herencia de su madre, Juan Luis Montes se trasladó al Bierzo. Vino primero solo y después llegó su pareja, Kervin Barreto. Los dos son ‘El fogón de Isabelita’. Así se llama ahora un bar y restaurante propiedad de la Junta Vecinal de Guímara que es también hospedería.

El bar hace una labor social fundamental. Hay cuatro o cinco vecinos mayores que vienen a diario a tomarse su café y a jugar a las cartas que, de estar cerrado, probablemente no saldrían de casa

Los vecinos le recibieron con una comida y los brazos abiertos. Él, además de comer, cantó; porque canta muy bien y, guitarra en mano, lo hace con frecuencia en el bar. Un bar que no es bar, sino centro social, lugar de encuentro y conversación, escenario de partidas y hasta consulta para tratar el mal de la soledad. 

«El bar abierto hace una labor social fundamental. Hay cuatro o cinco vecinos con más de 80 años que vienen a diario a tomarse su café y a jugar a las cartas que, de estar cerrado, probablemente no saldrían de casa», relata Juan Luis Montes, que no llegó en el mejor momento, ya que es a partir de Semana Santa cuando el ambiente se anima en el valle. Él lo sabía, pero aún así se decidió para ir preparando el terreno y conocer a sus nuevos vecinos. «Está siendo duro», reconoce, pero es optimista a corto plazo porque sabe que  el negocio anterior funcionó.

Algunos vecinos de Guímara en la terraza del bar del pueblo cuando buscaba a alguien que reabriera sus puertas. L. DE LA MATA

El asesoramiento del Consejo Comarcal del Bierzo ha sido fundamental para poder obtener todos los permisos necesarios para abrir también como alojamiento y el apoyo de los propios vecinos no ha sido menor. Especial mención hace el nuevo habitante de Fornela de la alcaldesa de Peranzanes, Henar García. «Se volcó con nosotros desde el primer momento, ha sido el mejor descubrimiento en la zona», asegura el gaditano que viene de Fuerteventura. 

La vida laboral de Juan Luis Montes está ligada a la hostelería  y la restauración desde que tiene uso de razón. Ya  siendo un niño ayudaba a su padre en los establecimientos donde él trabajaba de camarero. Rota, Chipiona, Londres, Múnich (Alemania), Madrid, Girona y Canarias han sido algunos de sus destinos antes de llegar a Guímara. Siempre se ha buscado la vida y ahora «quería, por una vez, llevar algo mío», explica. No le costó hacer la maleta porque se enamoró de lo primero que vio de Fornela y porque se siente —dice— ciudadano del mundo.

El bar de Guímara recupera el movimiento. DL

«De momento lo que está claro es que tenemos cuatro años de contrato en los que vamos a luchar para hacer cosas bonitas, intentar dar un servicio y que la gente esté contenta con lo que hagamos aquí», asegura.

Ganas, ilusión y proyectos no le faltan. Para poder empezar a materializarlos está esperando a la temporada alta. «Lo que sacamos ahora nos va dando para sobrevivir, pero sabemos que en primavera empezará a haber más movimiento», explica Juanlu, que solo cierra los miércoles «por descanso de la clientela» —dice con ironía— y ha empezado a introducir lo que trae consigo de su tierra. Las migas andaluzas que pone de pincho ya han conquistado a todos y llegarán el salmorejo, las albóndigas con salsa de almendras y el serranito andaluz, ese bocadillo pequeños con lomo de cerdo, pimiento y jamón serrano. 

Vamos a luchar para hacer cosas bonitas, intentar dar un servicio y que la gente esté contenta con lo que hagamos aquí

«Mis platos están marcados por mi historia y yo quiero hacer un homenaje a mi madre, que ha sido la persona más importante de mi vida y una grandísima cocinera», asegura el coregente de ‘El fogón de Isabelita’. Junto a él, Kervin Barreto que, siendo de origen venezolano, ha conseguido que en Guímara triunfen las arepas.

«Quiero que este sea un lugar de encuentro también para peregrinos», asegura Juan Luis Montes. Pudiera parecer descabellado porque Guímara queda muy a desmano del Camino de Santiago, pero él que es peregrino dice que no lo es tanto. «No necesariamente el Camino de Santiago es lo que está estipulado. Es un camino de fe, un camino de vida y los peregrinos pueden venir hasta aquí antes de seguir hacia su destino y disfrutar de un entorno que transmite inmensa paz», dice.

Algo tan aparentemente sencillo como colocar un desfibrilador en el bar para que los vecinos de Guímara puedan hacer uso de él (el más próximo está en Peranzanes) es otra de sus intenciones, como la de ir mejorando los servicios de ‘El fogón de Isabelita’. Tanto se ha involucrado con el pueblo que le ha acogido que hace suya la reclamación de una carretera que siga hasta Íbias para mejorar la comunicación de Guímara y, con ello, sus posibilidades. Es el espíritu de lucha de los fornelos.