Diario de León

Guímara recupera a Lope de Vega y el fragor las tinieblas

La iglesia de San Bartolomé sonará a los ‘Catorce Romances de la Pasión de Cristo’ el 28 de marzo, varias décadas después de la última canción, y se volverá a oír el estruendo de los palos de madera golpeando el suelo del templo, con las tinieblas que se perdieron por la emigración

El libro 'Catorce Romances de la Pasión de Cristo' (Lope de Vega), que conserva Carlota Martínez.

El libro 'Catorce Romances de la Pasión de Cristo' (Lope de Vega), que conserva Carlota Martínez.DL

Ponferrada

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Dice Carlota Martínez que «a pesar de ser un pueblo rojo, en Guímara había mucha devoción». Es la nieta de Juanito (Juan Fernández Palazuelo), en cuya tienda los fornelos podían encontrar de todo hasta que lo mataron de un tiro en diciembre de 1936. Había vuelto de Buenos Aires por problemas de salud y decidió montar negocio, ya que traía experiencia. Viajaba a menudo para comprar género —recuerda Carlota que le contaba su madre— y en uno de esos viajes, en 1920, volvió a casa con un libro. Catorce Romances de la Pasión de Cristo, de Lope de Vega. No lo eligió por azar, sino para que sus hijos aprendieran de memoria los versos que había que cantar el día de Jueves Santo.

En la iglesia de San Bartolomé, con el Cristo cubierto, los santos enlutados y el templo iluminado por las llamas mantenidas en una mecha de algodón recubierta con aceite en un vaso de cristal. Ahí, ya después de cenar, se cantaban los romances del poeta. «Todos querían hacerlo», asegura Carlota. Y se formaban en grupos repartidos por la iglesia que se turnaban para entonar. Así hasta que la emigración bajó el pulso de Guímara y aquello se abandonó. Carlota era una niña, pero recuerda bien la tradición y el miedo que sentía con aquello de las tinieblas.

Carlota Martínez con el libro de los romances de Lope de Vega.

Carlota Martínez con el libro de los romances de Lope de Vega.DL

Allá por los años 90, el párroco don Raúl recuperó los romances, pero el libro que la nieta de Juanito aún conserva de su abuelo no pudo ayudarle del todo debido a su deterioro. El cura encontró en Barcelona otro ejemplar y de ese hizo algunas copias. La tradición regresó entonces, pero solo durante unos años. Ahora, dos décadas después de aquel intento, en Guímara volverán a cantarse los romances de Lope de Vega en la noche de Jueves Santo. Y otro Juan, un andaluz que vino de Cádiz para llevar las riendas del bar, ha sido el artífice de ello.

Con el apoyo de todos (el Ayuntamiento de Peranzanes, la Junta Vecinal de Guímara, el párroco don Eugenio y, desde luego, varios vecinos, sobre todo mujeres sabias), Juan Luis Montes recuperará la Semana Santa con un vía crucis en el que estarán representados los siete pueblos de Fornela (Fresnedelo, Cariseda, Faro, Trascastro, Peranzanes, Chano y Guímara). Sus banderas y pendones seguirán al Santísimo Cristo a partir de las nueve y media de la noche, justo después de los romances y antes de aquellas tinieblas que le daban miedo a Carlota cuando era solo una niña.

Los vecinos ya se habían acostumbrado a ver las calles llenas de visitantes que llegaban para comer en A Corte del Toro. L. DE LA MATA

Entrada al pueblo de Guímara. L. DE LA MATA

Sí, Guímara recuperará también esa tradición por la que los jóvenes del pueblo golpeaban los bancos de la iglesia con palos de madera en un compás estruendoso, tal vez para ahuyentar todo lo que fuera malo. Se hacía a oscuras, después de haber apagado una a una las mechas y las candilejas. Esta vez, ya en 2024, una vez que se recoja al Cristo —portado por dos mujeres y un hombre— siguiendo un camino de velas, habrá personas vestidas de oscuro que, con látigos y palos, golpearán con fuerza el suelo durante unos minutos. «Será terapéutico para quienes lo hagan», considera Juan Luis Montes que, ya en su bar, cantará saetas como suele hacer a menudo.

De haber más libros que el suyo entre las gentes del pueblo, «solo quedará uno», dice Carlota Martínez. A penas se pueden leer varias estrofas seguidas, está partido por la mitad y oscuro por el tiempo y el uso que se le daba cuando se pasaba el día entero en el monte pastoreando el ganado y se llevaba en el zurrón. Su padre lo forró con piel de cabra y cosió a mano un margen para tratar de protegerlo, pero los años han echo mella en los Catorce Romances de la Pasión de Cristo que Juanito debió comprar en Valladolid. Para Carlota es un tesoro, lo único que le queda de su abuelo y el recuerdo más certero de aquellos romances de Guímara, de los que ella misma cantó una estrofa del primero a quien escribe estas líneas.

Carlota agradece a Juan Luis el afán que ha tenido por recuperar la Semana Santa de Guímara. Y como ella muchas vecinas que sin vivir en el pueblo, nunca han dejado de ir. El objetivo de él es seguir recuperando cultura de Guímara y recuperar las campanas de la iglesia que, primero, se descolgaban en señal de duelo y, después, se volvían a colgar y se tañían con insistencia para celebrar la resurrección. El resurgir.

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