Diario de León

Transición ecológica

Las chimeneas de las térmicas tienen «aspectos identitarios y culturales»

El Plan Nacional sobre Energía y Clima recuerda lo ocurrido con las centrales al abrir el debate sobre el paisaje y el impacto de la energía eólica

Imagen de Compostilla tras el derribo de las torres de refrigeración.

Imagen de Compostilla tras el derribo de las torres de refrigeración.

Publicado por
M. C. Cachafeiro
Ponferrada

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El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha sacado a información pública, hasta el 12 de julio, el Estudio Ambiental Estratégico del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-2030.

Entre sus múltiples referencias a las antiguas térmicas —da por finiquitada la generación eléctrica con carbón, con la salvedad de 2022, «cuando se produjo un puntual repunte en un contexto de mayor exportación a Francia y una coyuntura de aumento de precios de gas natural a raíz de la invasión de Rusia a Ucrania»— compara «elementos emblemáticos como las chimeneas» con lo que está pasando con el nuevo paisaje que conforman los parques eólicos. Y sin citar a el Bierzo, aunque parece que habla de lo que ha pasado en Compostilla, dice que «las infraestructuras energéticas históricamente han tenido altas afectaciones al paisaje como, por ejemplo, las centrales térmicas», cuyas chimeneas han supuesto en ocasiones «las estructuras más altas de comarcas enteras y sin embargo han terminado configurando aspectos identitarios, culturales y afectivos de las zonas vinculados a las mismas».

En El Bierzo siguen en pie dos de las chimeneas de Compostilla tras demoler el resto tanto en la central de Compostilla como en Anllares. De las dos que siguen en pie, nada más se ha sabido ni de su conservación ni de los plazos que maneja, en este caso, Endesa para su demolición.

El Estudio Ambiental Estratégico del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2023-2030 hace referencia también a un tema que tiene importancia para una comarca como El Bierzo, donde incluso llegaron a salir miles de personas a la calle para exigir un mayor control y planificación de las plantas renovables eólicas y fotovoltáicas, como es el paisaje después de la instalación de grandes torretas.

Así, en el texto del PNIEC se reconoce que «el paisaje constituye uno de los principales recursos afectados por los parques eólicos». En ese sentido, dice que «las instalaciones eólicas pueden suponer una pérdida de la calidad paisajística, variable según la localización de las mismas y según la valoración subjetiva del observador».

Aunque cuestiona grandes desarrollos, lo cierto es que el texto del Ministerio no entra a fondo en el debate sobre su despliegue en zonas concretas y se pierde en generalidades. Así, dice que «es obvio que la localización de una nueva actividad altera las características previas del paisaje», pero acto seguido sostiene que «las conclusiones de los estudios realizados hasta la fecha apuntan a que la valoración de los parques eólicos no es tan negativa». «En primer lugar —añade—, se puede concluir que la valoración de las turbinas eólicas está relacionada con el nivel de apoyo o aceptación social a las energías renovables. Es decir, los cambios generados en el paisaje son más fácilmente aceptados como consecuencia de los atributos externos positivos de la producción de energía renovable, segura, natural y sostenible».

E insiste: «Las evidencias muestran que los aerogeneradores se perciben de hecho de forma más favorable que las antenas de telefonía móvil o las líneas de transporte eléctrico». «No cabe duda de que los aerogeneradores alteran el carácter de los paisajes sobre los que se asientan, y su rechazo está en muchas ocasiones más relacionado con aspectos identitarios, culturales e incluso afectivos que con los puramente estéticos», reitera.

Los resultados de varios trabajos concluyen que los parques más pequeños y concentrados se perciben más favorablemente que los desarrollos a mayor escala y que, una vez construidos y en funcionamiento, «el nivel de la oposición local disminuye con el paso del tiempo».

Otro asunto que destaca el Plan es el «factor territorial» ya que «existe el riesgo de un creciente agravio de los habitantes de las zonas periféricas, casi siempre rurales o al menos periurbanas, respecto a las áreas metropolitanas centrales donde cada vez se polariza más el desarrollo económico, la renta y la toma de decisiones». «Puede darse la percepción -explica- de que las zonas periféricas parecen condenadas a recibir únicamente las externalidades negativas de unas infraestructuras planificadas para atender a las grandes urbes, sin que sus beneficios sean percibidos por la población local. En este sentido, son varios los autores y guías que apuntan que se ha explorado poco la capacidad que tienen los aerogeneradores para incrementar la calidad de paisajes degradados, para la mejora de paisajes industriales o comerciales de escaso valor, o dotar de identidad a bordes de carreteras y otros espacios de paisajes banales».

El Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) se constituye como el primer gran ejercicio de planificación estratégica y supone «la maduración plena del proceso de planificación en materia de energía y clima en España», señala el Ministerio de Teresa Ribera al sacar a información pública el texto. Sus objetivos para 2030 son un 32 % de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero respecto a 1990; el 48 % de renovables sobre el uso final de la energía, el 44 % de mejora de la eficiencia energética y el 81 % de energía renovable en la generación eléctrica, así como reducir la dependencia energética hasta en un 51 %.

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