PATRIMONIO
La nueva Casa Ucieda-Osorio desvela sus secretos en Camponaraya
Una jornada de puertas abiertas mostrará la restauración de la casona de los Señores de Canedo, reconocida en los Premios Palacio de Canedo tras 1,7 millones de inversión
Tres veinteañeros piden permiso para entrar en la Casa Ucieda-Osorio, el caserón blasonado que los señores de Canedo levantaron a finales del siglo XVIII a la vera del Camino de Santiago en Camponaraya.
—¿Está abierto? —pregunta la chica, que parece la más intrépida de los tres, cuando ven que la puerta principal acristalada está abierta y hay gente dentro de un edificio reconocido como la mejor restauración del patrimonio en los recientes Premios Palacio de Canedo, y donde el Ministerio de Transportes, con cargo al programa del 1,5 por ciento Cultural, el Ayuntamiento, la Diputación y la Junta de Castilla y León acaban de invertir entre todos hasta 1,7 millones de euros en salvarlo de la ruina para convertirlo en un centro cultural y museístico que sirva tanto a los vecinos de Camponaraya como a los peregrinos.
Y a la arquitecta que ha dirigido la restauración, Itziar Quirós Urdampilleta, no le queda más remedio que decirles a los tres que no, que todavía no esta abierto. Luego llega el alcalde, Eduardo Morán, que sabe la expectación que hay en Camponaraya por conocer la transformación de la Casa Ucieda-Osorio, una obra convertida en bandera de su gestión, y adelanta que en unos días, el Ayuntamiento programará una jornada de puertas abiertas para que todos vean lo espléndido que luce un inmueble de mil metros cuadrados. Un nuevo espacio cultural que incluye el caserón noble edificado entre 1770 y 1785, estima Quirós, la Casa Moruna, de servicio, y las antiguas caballerizas. Será entonces cuando los vecinos contemplen lo que el alcalde y la arquitecta enseñan ahora a este periódico; la bodega con sus cubas y su despalilladora de uvas y hasta la antigua fosa séptica de la casa; la nueva escalera diáfana —que respeta los peldaños de madera originales— y ha ganado en iluminación con el derribo de dos paredes, las habitaciones reconvertidas en sala de exposiciones en torno a un pasillo que muestra en las paredes los listones de madera de la arquitectura original —todo un homenaje a quienes construyeron la mansión— la sala de conferencias, equipada con la ayuda de la Fundación Once con un equipo que ayuda a sintonizar los micrófonos con los audífonos de las personas con discapacidad auditiva; las antiguas cocinas de la primera planta, donde fue necesario levantar y numerar, una a una todas las losas de pizarra porque la madera que había debajo estaba podrida; la chimenea y el fregadero, que parece una pila bautismal, de la planta baja; la galería que conecta con la escalera exterior; el patio adoquinado que separa la casa de las caballerizas; el antiguo palomar y la Casa Moruna, con las paredes de adobe y el suelo de madera originales.
También será ese el momento en que los vecinos puedan pasear por el prometedor jardín de cinco mil metros cuadrados que el Ayuntamiento adquirió después de que el último heredero de los Señores de Canedo, el general retirado Carlos Ucieda Ortega —que ha cumplido los 91 años— donara el inmueble de forma altruista al Ayuntamiento allá por 2016, cuando la lluvia se colaba por el tejado y amenazaba con echar a perder toda la casona. Toda la historia de los Señores de Canedo, que alguna vez también fueron dueños del palacio que lleva el nombre del premio de restauración que acaba de obtener la Casa Ucieda-Osorio. Dos años después de la cesión, una primera obra de urgencia cambió el tejado y construyó la torre del ascensor. «Si no hubieran cambiado el tejado, el edificio no estaría aquí», recalca la arquitecta, que ha contado con Iván del Cueto como aparejador y Jorge Ángel Robla como ingeniero, y que ha tenido la ayuda de un equipo de 35 operarios de las constructoras Ceteco —con su aparejador Tomás Arias— y Sevemul, para sacar adelante las obras.
El Ayuntamiento restaura estos días parte del mobiliario original de la antigua casa. «Queremos que la gente vea cómo se vivía aquí también», explica Eduardo Morán, tres años después de que, todavía con mascarilla en el rostro por la pandemia, le enseñara al periodista la Casa Ucieda en enero de 2021, antes del comienzo de las obras. Entonces posaba en una salita con un sofá y dos sillones desvencijados, con pintadas en la pared y un espejo bajo una lámpara que le daba al cuarto una atmósfera de misterio. Hoy, el espejo de esa habitación es el del cuarto de baño y el reflejo del alcalde, ya sin mascarilla y sin el abrigo de invierno, es mucho más amable.
El alcalde sabe, en cualquier caso, que aunque la Casa Ucieda-Osorio genere poco gasto de mantenimiento por su avanzado sistema de geotermia que recoge del terreno la energía para los radiadores, y por su excelente aislamiento —las puertas interiores sí son las originales— es el momento de adjudicar la cafetería, quizá también un restaurante en la Casa Moura, y de buscar más dinero para diseñar el jardín y contratar al menos a tres personas que se encarguen de atender a los visitantes y programar actividades, también en el exterior. El multitudinario concierto que ofreció allí el pasado año el gaitero Carlos Núñez es una pista fabulosa sobre lo lejos que puede llegar la ambición por recuperar un casa que solo ahora empieza a desvelar todos sus secretos.