LOS POBLADOS DEL CARBÓN
La ermita que esquivó la destrucción del poblado minero de San Pedro
Una romería al templo recuperado por Igüeña recordará el día 29 a quienes vivieron en la barriada sepultada por la restauración de la mina Carbonífera, entre Pobladura y Espina
Entre Espina de Tremor y Pobladura de las Regueras, municipio de Igüeña, existió un poblado minero que terminó sepultado por toneladas de tierra cuando ya solo era una ruina. Durante dos décadas, entre 1955 y 1977, allí llegaron a vivir hasta 300 personas en medio centenar de viviendas que contaban con una escuela, un economato y un bar, para alojar y dar servicio a los trabajadores de la empresa minera Carbonífera de Espina de Tremor. Abandonado hace medio siglo, el poblado terminó enterrado por la restauración de los espacios mineros a mediados de los años noventa y solo se salvaron las ruinas de la ermita de San Pedro, que se encontraba entre la maleza, alejada de las casas.
Veintincinco años después de la desaparición de aquella barriada que llevaba el nombre del mismo santo de la ermita, y recién restaurado el templo con una inversión de 45.000 euros del Ayuntamiento de Igüeña, una romería recuperará el próximo sábado 29 la memoria del poblado de San Pedro y de quienes vivieron allí y trabajaron en la mina Carbonífera, que reabrió entre 1980 y los años noventa con el nombre de Mine (Minera de Espina), aunque la barriada no volvió a habitarse.
Cuenta el Ayuntamiento de Igüeña en la memoria que presentaron a los Premios Palacio de Canedo (la restauración de la ermita ha recibido un accésit de 500 euros) que el empresario que abrió aquella mina prometió a sus trabajadores y a los habitantes del poblado construir una ermita en honor a San Pedro si el carbón era de buena calidad. Y lo fue. El yacimiento se explotó hasta mediados de los años noventa, mucho después de que el poblado quedara abandonado. Y durante el tiempo en que las casas estuvieron habitadas, la cantina abierta, el economato surtido de alimentos, cada 29 de junio los vecinos de San Pedro, los de Pobladura de las Regueras y los de Espina de Tremor acudían a la ermita en romería para disfrutar de la fiesta.
Muchos de aquellos residentes y vecinos de los pueblos próximos volverán el próximo sábado a pisar la ladera para reencontrarse con un templo que, a poco, agitará sus recuerdos. «Da una pena dar un paseo para ver aquello y que no quede nada...», cuenta Antonio Mateos, de 68 años, que trabajó en las oficinas de la mina, vivió en el poblado unos años y es hijo de Hortensia Mateos, la mujer que se encargaba de limpiar y de llevar la comida a los capataces. «Lo arrasaron todo y ahora no se sabe dónde estaban las casas, dónde estaban las tolvas de la mina, los baldes...», se lamenta.
Y recuerda cómo de adolescente, cuando vivía en Espina de Tremor, los chavales bajaban a la romería de San Pedro cada 29 de junio, encaramados desde el poblado de El Adrao, donde estaba la boca de la mina, en los vagones de carbón y en las carruchas donde la empresa trasladaba la madera de la explotación. La mina estaba cerrada ese día, claro y las vías a su disposición. «Cuando llegábamos a la fiesta, eso sí, íbamos hechos un ‘cerinos’, sucios de la carbonilla», reconoce.
Fue Antonio Mateos el que en 1974, junto a otros dos vecinos, se encargó de organizar la última romería a la ermita de San Pedro. Y sorprendieron a todos porque contrataron «a un grupo de Bembibre que venían con guitarras». Hasta entonces, en esas fiestas campestres de tortilla y paella, los músicos tocaban el acordeón o el saxofón.
Y paella habrá este sábado junto a la ermita para recordar que fue ‘el tío Fufe’, así llamaban al empresario de Carbonífera que también vivió en el poblado, el que levantó el templo. La fiesta comenzará con la Misa a las 12.30 horas. Y la paella se servirá a las 14.30 horas. El precio del plato es de seis euros. Y habrá música (no se sabe si de acordeón o de guitarra), y un campeonato de tute. Todo lo organizan ahora las pedanías de Pobladura y Espina, con la colaboración del Ayuntamiento de Igüeña.
Antonio Mateos no se quiere perder la fiesta. Tampoco Merencia Fernández, que hasta los 20 años trabajó limpiando las oficinas de Carbonífera y se acuerda muy bien del tío Fufe, que tenía un socio al que llamaban 'Marcones'. Que alguien los recuerde por sus verdaderos nombres es una tarea imposible...
«Quiero ir este sábado, a la romería iba mucha gente», anuncia Merencia. Y Antonio también estará allí, al pie de la ermita convertida en el último testimonio del poblado de San Pedro. «Allí vivió mucha gente, portugueses, cepedanos, que se fueron cuando cerró Carbonífera en 1977. Y ahora está todo arrasado», repite nostálgico, antes de despedirse por teléfono. Todo, menos la ermita.