Diario de León

LAS EDADES DEL HOMBRE

San Genadio encuentra su lugar en Santiago

La talla del ermitaño berciano luce en el Monasterio de San Martiño Pinario, a tres minutos del Obradoiro, junto a San Antón y San Lesmes

La talla de San Genadio, procedente de Peñalba en el Monasterio de San Martiño Pinario, junto a San Antón y San Lesmes.

La talla de San Genadio, procedente de Peñalba en el Monasterio de San Martiño Pinario, junto a San Antón y San Lesmes.DL

Ponferrada

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A tres minutos a pie desde la plaza del Obradoiro y la catedral de Santiago, acompañado de San Antón y San Lesmes, y después de un largo viaje embalado desde su casa en la iglesia de Peñalba. Así luce en el Monasterio de San Martiño Pinario —una de las dos sedes gallegas de la exposición ‘Hospitalitas’ de Las Edades del Hombre— la talla en madera policromada de San Genadio; uno de los ermitaños que hace más de mil años forjaron la leyenda del Valle del Silencio y la Tebaida Berciana.

Trasladada a última hora desde la iglesia mozárabe enclavada en lo más agreste del municipio de Ponferrada, la talla del siglo XVI atribuida al artista Lucas Formente, saluda a los visitantes de Las Edades del Hombre en el Ámbito siete de la muestra, dedicada a explicar la labor de las órdenes militares y religiosas en el auge del Camino.

Quienes se detienen a contemplar al monje benedictino que fundió varios monasterios en el Bierzo, también llamado San Genadio de Astorga porque fue obispo de la diócesis, se encuentran muy cerca a otros dos santos vinculados con las órdenes religiosas que hicieron de la hospitalidad una seña del Camino; un San Antón, del escultor Alejo de Vahía y procedente de Villar de Frades, y un cuadro de San Lesmes pintado nada menos que por Murillo y que ha llegado a Las Edades del Hombre para permanecer seis meses en Santiago desde el Museo de Bellas Artes de Bilbao.

El Santo berciano, tallado con mitra de obispo y báculo en la mano izquierda, vestido con la casulla de los obispo (lo fue de Astorga desde el año 899) eleva la vista hacia el cielo, sonríe y señala a las alturas, como si estuviera en presencia de Dios.

Así es como se ha convertido en la pieza de arte del Bierzo más importante que ha emigrado desde la comarca a Santiago. En lugar de reposar en la Colegiata de Villafranca, los organizadores han pensado que su lugar, en estos seis meses, tenía que ser en la sala dedicada a las órdenes religiosas, junto a otros monjes. Y ahí está la paradoja. Nunca la representación de un eremita que se alejó de la gente y del ruido para vivir como un ermitaño hasta el final de sus días en Peñalba de Santiago tendrá tantos ojos puestos en ella

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