El rayo que nunca cayó en el rascacielos más alto de Ponferrada

Eran las seis y media de la tarde. Aún no llovía, pero el cielo estaba oscuro como la boca de una cueva y los primeros relámpagos aparecían en el horizonte de Ponferrada como grietas en la bóveda celeste. Marco Antonio Cuesta, asomado este martes a la ventana de su piso de la calle Los Abetos, en el altozano situado en la cuesta de la avenida del Bierzo con unas vistas espectaculares sobre la capital berciana, decidió grabar un video con su teléfono móvil para captar todo el concierto de rayos y truenos que agitaba la ciudad.

Otra tormenta de verano. Otra granizada en Fuentesnuevas. Otra vez el pedrisco amenazando los cultivos, los frutales. Pero el cielo de Ponferrada ofrecía una estampa asombrosa. Tanto que cuando terminó de grabar y revisó las imágenes, descubrió cómo uno de aquellos latigazos eléctricos parecía castigar la torre más alta de la ciudad; el rascacielos de La Rosaleda, uno de los inmuebles más altos de Castilla y León y de todo el norte de la península.

Porque eso es lo que parecía, un latigazo divino que había elegido la torre más alta, la más orgullosa, para dejar claro quién manda en la naturaleza. Pero era un efecto óptico. El rayo, reconoce Marco Antonio Cuesta, no cayó nunca en el rascacielos sino a varios kilómetros más lejos. ¿Dónde? Quién lo sabe. Lo importante es que dejó un árbol de luz en el cielo y no parece que causara daño a nadie.