VOLVER AL PUEBLO
Mil cartas infantiles para abrir las casas cerradas en Tierra Seca y el Boeza
Las misivas donde los escolares piden a los dueños de viviendas vacías que faciliten el alquiler o la cesión al programa ‘Casas Vivas’ llegan buzoneadas a un millar de vecinos
«Hola vecino, soy Momo y tengo 7 años. Me gustaría que más niñ@s vivieran en el pueblo. Si tienes casa, ábrela, te lo agradezco», dice una de las mil cartas que los escolares de Folgoso de la Ribera y de La Ribera de Folgoso han escrito estos días de su puño y letra y han buzoneado por todos los pueblos del valle de Tierra Seca y la ribera alta del Boeza para llamar la atención sobre el número creciente de viviendas cerradas en la zona, casas vacías que se deterioran porque nadie vive en ellas, en un momento en que el éxodo rural no solo parece haber tocado fondo después de la pandemia en ese área del Bierzo Alto, sino que aparecen los primeros síntomas de que una generación intermedia está dispuesta a volver al mundo rural si puede teletrabajar y cuenta con un mínimo de servicios.
Momo y su hermano Bela, de 10 años, se instalaron con sus padres en Villaviciosa de San Miguel, en el valle de Tierra Seca, hace cuatro años. Y al igual que otros escolares de las escuelas de Folgoso y de La Ribera, que pertenecen al exitoso Colegio Rural Agrupado Valle del Boeza, han puesto su caligrafía y sus dibujos al servicio de una iniciativa que la comunidad educativa ha llamado, ‘Casas Vivas’ y que con el apoyo del programa ‘Volver al Pueblo’ de la Confederación Española de Centros de Desarrollo Rural (Coceder) —que la comarca desarrolla la asociación AFA Bierzo— quiere concienciar a los dueños de viviendas vacías para que se ocupen de sus casas, para que no las cierren, y antes de que se deterioren y se vengan abajo, vencidas por el abandono, las pongan a disposición, por venta o alquiler, de quienes están dispuestos a repoblar la zona.
Y la clave de todo parece estar, otra vez, en el número mil.
«Necesitamos más familias para que la población del municipio siga por encima del millar de habitantes. Si bajamos de las mil personas, el Ayuntamiento de Folgoso también baja de categoría, recibirá menos ingresos, mantendrá menos servicios», cuenta Esther Freire, la madre de Bela y Momo, durante un paseo por Villaviciosa de San Miguel. Periodista y responsable de su propia agencia de comunicación, En Babia Comunicación Responsable, Freire y su pareja, el técnico de sonido Juanma Rubio, dejaron Madrid por el pueblo natal de ella para pasar la pandemia en un lugar con más espacio que la buhardilla donde residían. Y se quedaron. En cuatro años han convertido la vieja casa de piedra del bisabuelo de Esther en una vivienda moderna que respeta además los materiales y la herencia de la arquitectura rural. Solo necesitan internet y wifi para que su trabajo no se resienta. «Y aquí la fibra va como un tiro», se felicita Esther.
Pero aunque hay demanda — «mucha gente está viniendo a mi casa para preguntarme», afirma— no hay oferta de vivienda. «Si miras en los portales inmobiliarios, hace poco solo había dos viviendas disponibles en toda la zona, en Albares y en Boeza», se lamenta Esther Freire. Y el censo de casas vacías «que no sean ruinas ni cobertizos», explica, ronda el centenar solo en Folgoso de la Ribera.
Esas casas tienen ahora, en sus buzones, bajo la puerta, las cartas de los niños y las niñas de la ribera del Boeza, como la de Momo. Como la de Bela. Y la idea es que sus propietarios, antes o después, las vean. «Decidimos buzonearlas porque no podíamos enviarlas por correo», explica la madre de los dos niños. La Ley de Protección de Datos les impedía el acceso a las direcciones de los propietarios.
Por lo demás, Freire entiende los recelos de los herederos, de los antiguos residentes que se han mudado, que prefieren cerrar sus casas antes que arriesgarse con un inquilino. Pero incluso la desconfianza tiene solución. «El programa ‘Volver al Pueblo’ Coceder ofrece garantías a los propietarios para el alquiler y la cesión de viviendas a nuevos pobladores», explica. El programa abre la posibilidad, incluso de encargarse del arreglo de la vivienda si se acoge a la iniciativa por diez años. El propietario la recibiría al final del plazo en perfectas condiciones de habitabilidad, restaurada.
Por eso Esther Freire y quienes se han involucrado en el proyecto repite estos días el mensaje en una serie de charlas informativas dirigidas a los propietarios de casas cerradas. Para que les den vida. «Queremos despertar conciencias. Que otros niños vengan al cole». Y ese colegio, el CRA Valle del Boeza, que desde Las Ventas de Albares aplica sistemas pedagógicos atractivos en las escuelas del Boeza, está siendo un verdadero reclamo. Ya son 86 escolares, y muchos viajan a diario desde Ponferrada, o desde algún lugar tan alejado como Santalla, porque a las familias les convencen sus métodos educativos.
«Yo pensaba que me había hecho mi sitio en Madrid, pero en la pandemia me di cuenta de que no era así. Si nos vamos para el Bierzo, nos vamos para siempre, me dijo Juanma cuando empezó la pandemia. Y aquí seguimos», confiesa Esther Freire mientras enseña su nueva casa, situada frente a la de su madre. Y no se arrepiente del cambio.