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Dos campaneros, tres albaceas y unas galochas para reivindicar Ancares

La nueva generación de Pereda impulsa un festival de música, etnografía y defensa rural que será anunciado a golpe de campana 

Jovino Crespo y Ernesto Rodríguez son los campaneros de Pereda de Ancares.DL

Ponferrada

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En Pereda de Ancares (Valle de Ancares) se conocen hasta cuatro toques diferentes de campanas según lo que se quiera comunicar. ‘Encordar’ es la forma que tradicionalmente se ha utilizado para anunciar un fallecimiento, mientras que cuando se toca a ‘volandeiro’ se anuncia misa o alguna fiesta. También hay tañidos propios para llamar a concejo o advertir de que hay fuego. Esto lo conocen bien Ernesto Rodríguez y Jovino Crespo que, a sus 83 y 89 años respectivamente, son los únicos preparados para tal desempeño en este pueblo del Bierzo. Ahora, ambos quieren transmitir su conocimiento a las nuevas generaciones para que no se pierda y llevan días impartiendo un taller organizado por los propios jóvenes, empeñados en preservar las tradicionales de la aldea de sus ancestros, incluido el acento.

Son tres los albaceas del legado de Valle de Ancares que han tenido la idea de organizar un taller de manejo de las campanas como previa a otra iniciativa pionera. Se llama ‘Galochafest’ y aúna música, etnografía y reivindicación. El propio nombre lo cuenta todo. «Es un guiño a generaciones pasadas y no tan pasadas que calzaron las galochas para caminar por las tierras ancaresas los largos meses de invierno», explica uno de esos tres jóvenes que han impulsado una acción cultural que no tiene precedentes en el municipio y que se celebrará el jueves, a partir de las 23.00 horas y hasta bien entrada la madrugada.

Jovino y Ernesto, junto a los tres jóvenes que están detrás de la organización del 'Galochafest'.DL

La primera edición de este festival rural se presenta como «un intento de recuperar la vitalidad que antaño caracterizaba a la zona de Valle de Ancares. A partir de la música, se busca mantener y trasladar a las nuevas generaciones las tradiciones locales y la conservación de un lenguaje en vías de extinción», explica Daniel. Él es uno de los impulsores, junto a Blanca y Rubén. Los tres rondan los 25 y ninguno vive en Pereda, porque la historia les pilló en el momento de regresión del medio rural berciano.

El punk de Memocracia, la música tradicional de Kediran, el sonido electrónico de Dj Andreales y un tributo a Fito y los Fitipaldis a cuenta de Wilson y los Wilsonetis son las propuestas para el cartel musical que no es más que el hilo conductor de una acción con un trasfondo claro: «La iniciativa nace también de la desesperación por ver como se nos roba el topónimo de Valle de Ancares por parte de otros territorios», se reafirman los promotores del evento. La idea de base es defender la raíz de un municipio que ya ha ganado la primera batalla hasta dejar de llamarse Candín. Los más mayores lo refrendan: «Valle de Ancares no es más que esto, los once pueblos de este municipio», dice también Ernesto, el campanero, que junto a Jovino anunciarán el festival una hora antes de su inicio a golpe de badajo, como no podía ser de otra forma.

Los jóvenes de Pereda recogen testimonios de los más mayores para preservar el dialecto local.DL

Música, territorio y lenguaje. Este es el tercer pilar y por eso se ha organizado un concurso en el que se retará a los asistentes al festival con palabras propias del ancarés, para que averigüen su significado y así, de paso, aprendan su definición. «Tratamos de recuperar un dialecto oral como es el ancarés, que tiene sus raíces en el gallego-portugués, castellano antiguo, llionés y bable», relata Daniel. Ya lo están utilizando en redes sociales y fomentando a través de la lectura de estudios de Dámaso Alonso junto a García Yebra y, sobre todo, «preguntando a la gente de la zona, que es como más se aprende», reivindica.

También los bolos son parte de la identidad perdida de Pereda de Ancares, los de madera de castaño que se asientan en boñigas de vaca y también esto recuperarán. De hecho, han limpiado de rastrojos una zona forestal que había sido devorada por la maleza para crear un espacio propio de juego.

Jovino y Ernesto aprendieron de niños a tocar las campanas de la iglesia de Pereda observando a los mayores del pueblo, aunque al principio —recuerdan— no querían enseñarles. Ahora son ellos los maestros de una técnica que «tiene su dificultad» y que, de no inculcarla, desaparecerá cuando ellos lo hagan. De ahí el ‘Galochafest’.