Sucesos
En la tierra quemada del Hombre Lobo
El incendio de Brañuelas dejó confinados dos pueblos en el Bierzo, en cuyos montes actuó Manuel Romasanta en 1843
Detrás del incendio de esta semana en Brañuelas, que obligó a confinar dos pueblos bercianos en el municipio de Igüeña, Almagarinos y Tremor de Abajo, a los que no llegó el fuego, hay otra historia negra, que también tiene que ver con el paisaje que ha dejado las llamas. Es la historia de Manuel Blanco Romasanta, el llamado Hombre Lobo , que allí acabó con su primera víctima, Vicente Fernández, alguacil de León, en la horas previas al 25 de agosto de 1843, según se describe en la causa general abierta por su largo historial criminal en el juzgado de 1ª Instancia de Allariz, que fue la base para condenarle por un total de 13 asesinatos.
Almagarinos y Tremor de Abajo salen varias veces en los testimonios de los testigos y en los hechos probados del caso, que remitió el juzgado de Ponferrada a Allariz. Manuel Blanco Romasanta (Regueiro, Esgos, Orense, 18 de noviembre de 1809 — Ceuta, 14 de diciembre de 1863) fue condenado por este caso a 10 años en rebeldía, sentencia que confirmó la Audiencia de Valladolid el 3 de diciembre de 1844.
El llamado Hombre Lobo no fue ejecutado al considerarse el único caso documentado de licantropía clínica. La licantropía, según la defición de la Real Academia Española, es un trastorno mental en el que el enfermo se cree transformado en lobo e imita su comportamiento.
La sentencia de Ponferrada, recogida en la causa abierta en la localidad gallega de Allariz, incluyó varias declaraciones, entre ellas la de la viuda del alguacil, que, según su testimonio, salió de León, el 21 de agosto de 1843 —cuatro días antes de aparecer muerto—, en dirección a Pardavé, en el municipio de Matallana de Torío, a 25 kilómetros de la capital, para embargar una tienda ambulante de Manuel Blanco Romasanta. En la declaración cuenta también que partió de la capital leonesa con el propio Romasanta y que posteriormente, por un maragato, al que dice que no conoce, supo del hallazgo del cadáver de su marido «asesinado y cubierto con unas urces en el monte inmediato al pueblo de Almagarinos», «hallándose a su lado una perrita de aguas que existe en poder del Tribunal de Justicia de Ponferrada, ante el cual se están instruyendo las diligencias», dice el texto.
La aparición de la perrita a su lado y el hecho de haber sabido que Romasanta se presentó en Pardavé «con un recibo», «le inducen a creer que su marido ha sido asesinado y su cadáver es el mismo que dicen haberse encontrado en el monte de Almagarinos», señala textualmente el auto judicial. Otro testimonio de la instrucción fue el de María García, que tenía una taberna en Brañuelas, que cuenta que el día 25, «al poco de haber salido el sol», pasó por su negocio un hombre con acento gallego «vestido con calzón corto, claceta, pañuelo encarnado y una manta rajana», que venía mojado «de la rodilla abajo». Según consta en las diligencias, le preguntó cuál era la razón, a lo que respondió que su caballo se había escapado por el monte «hasta que lo encontró con unas yeguas del pueblo». Relata también que le pidió una sartén para freir unos pimientos y volvió a las cuatro horas. Le preguntó si por Villagatón se iba a Jarandilla. «a lo que contestó que no sabía». «Al sol puesto del día siguiente», relata también el auto, «se supo por el pueblo que cuatro hombres de Tremor estaban guardando un cadáver en Vallecuevo, media legua distante de Brañuelas, el cual se decía había sido asesinado, y por la ocurrencia que deja lo acaecido con el hombre a caballo se dio en murmurar y sospechar si habría sido el autor de la muerte».
En una nueva declaración, la viuda del alguacil dijo que echaba de menos «una capa parda a medio usar con embozos de pana bastante estropeados y broches dorados al cuello, y un reloj de plata con cubierta de concha». Su testimonio coincidió con el de las personas que localizaron el cadáver.
Manuel Blanco Romasanta, antes de escapar, también declaró por los hechos. Es una declaración confusa, con nombres de pueblos que no existen en la provincia. Acusó de la muerte del alguacil a un «tal José Vilarello, de Caldelas», que le había dejado la tienda de Pardavé para que no se la embargasen y que lo único que sabía era que el alguacil se había encontrado con este último en Jarandilla, pueblo que no existe en la provincia de León, que si acaso podría ser La Garandilla, cerca de Riello. Ni siquiera recordaba que hubiera estado en Brañuelas; sólo que «se hallaba en Castilla con tienda ambulante por los pueblos de Pardavé y Manzaneda, y otros de aquella comarca pertenecientes a los Juzgados de León y La Vecilla». Que era cierta la deuda de 600 reales y que había pagado el dinero al alguacil en Jarandilla, «donde se separaron, quedando dicho alguacil en compañía de José Vilarello». Y otro detalle más: el alguacil, contó, traía consigo «una perrilla blanca de aguas».
El Juzgado decretó el arresto de José Villarello, pero según el exorto al juez de Puebla de Trives «resultó que allí no hubo un tal Vilarello». La gran pregunta, presente hoy aún, es por qué apareció el alguacil muerto cerca de dos pequeños pueblos del Bierzo si Pardavé está a más de 120 kilómetros de Almagarinos y Tremor de Abajo.