PROYECTO FARO
Plan contra la soledad no deseada en Ponferrada: "Me han sacado del atolladero"
La iniciativa de la Concejalía de Participación Ciudadana y Mayores también llegará a las zonas rurales del municipio
A Paquita Benito Robledano la tuvieron diez meses en silla de ruedas, en el Hospital de la Reina. Vive sola en el barriada del poblado de la MSP de Ponferrada y un mal día se cayó de una banqueta y se fracturó las dos caderas. Y «las dos bolas», dice, de las dos piernas. Paquita no tiene familia en la ciudad y cuenta uno a uno los cuarenta y dos escalones que separan su casa de la calle. Cuarenta y dos peldaños. Cuarenta y dos pequeños milagros. Porque Paquita Robleda ya ha vuelto a salir de su casa. A sus 76 años se mueve con una muleta y está convencida de que los voluntarios, los técnicos municipales y los responsables del Proyecto Faro contra la soledad no deseada del Ayuntamiento de Ponferrada han conseguido que esquive una depresión. «Me han sacado del atolladero», le cuenta al periodista en la frutería de Soledad López y Roberto Prejigueiro en la calle Conde de los Gaitanes, uno de los treinta locales ‘amigos’ del Proyecto Faro que avisa a los técnicos de la Concejalía de Participación Ciudadana y Mayores cuando detectan que alguno de los ancianos que viven solos en el barrio, sus clientes más fieles, atraviesa por problemas porque falta varios días, porque llega cabizbajo, porque apenas habla. Soledad, el nombre es pura casualidad, tiene los folletos del proyecto a mano. Y el teléfono también, para pedir ayuda. Y está funcionando tan bien la iniciativa en Flores del Sil que la Concejalía quiere extender el proyecto al resto de locales de la ciudad y a los bares de la zona rural, tan importantes para la vida social de los pueblos.
Paquita está encantada. «Mira cómo ando sola», le dice otra vez al periodista mientras deja la muleta a un lado y camina por la frutería donde Diario de León ha reunido a los otros dos usuarios del proyecto que han escrito en la nueva revista Voces de vida, a la concejala Mari Crespo y a la técnica Cristina Fernández. Paquita, como el resto de los 35 usuarios -a punto de ser 37 ya- recibe cada miércoles la visita de una voluntaria del programa. «Me acompaña a la compra o nos vamos de merienda», explica. Se siente acompañada.
Entre naranjas y brócoli, entre manzanas verdes y pimientos rojos, Rosa Garrido, que a sus 87 años se apoya en un bastón porque arrastra un problema en una rodilla, también está contenta. Le compra unos pimientos y unos tomates a Soledad, que se lo deja a fiar porque no ha traído dinero. Está contenta, sí. Eufórica, incluso. «¿Me quieres?», es de lo primero que le ha dicho a Mari Crespo cuando la concejala ha entrado por la puerta de la frutería y ha ido directa a abrazarla, en un gesto espontáneo. «Sí que te quiero», le responde, encantada también, la edil. «Y yo a ti», añade Rosa Garrido, que vive sola y se las apaña bien en casa, aunque tiene a su familia de Ponferrada pendiente de ella.
Juan García, de 81 años, también es viudo. Y es otro que está entusiasmado con las actividades y la convivencia en el centro de día de Flores del Sil, donde se reúnen los usuarios, comparten recetas, las galletas, los dulces que han elaborado en casa, preparan excursiones. Y hablan. Hablan mucho entre ellos. «Quieren que alguien les escuche», resume Mari Crespo, que ya prepara junto a las técnicas del programa el siguiente número de la revista donde los usuarios resumen su vida. Habrá, además, un número especial para recuperar recetas y canciones antiguas. «Es importante que no se pierda con ellos todo lo que saben», añade Crespo. Y lo mejor, asegura, es que los propios usuarios se convierten después en voluntarios y ayudan quienes entran en el proyecto. Rosa Garrido, con su bastón, con su energía, y con sus abrazos, ya está en ello.