CUARENTA AÑOS DEL ACCIDENTE DE COMBUSTIBLES DE FABERO
Ocho rocas de carbón del cielo abierto de Fabero por los ocho muertos del grisú
El Ayuntamiento inaugura el martes un Memorial para recordar a los ocho mineros de Cofasa fallecidos en el Grupo Río en 1984 con ocho rocas, y una más para el resto de víctimas de la mina en la cuenca de Fabero-Sil
Se los llevó el grisú. El veneno del carbón. Y toda la cuenca minera del Sil se estremeció cuando supo lo que había ocurrido en la piso 17 sur del Grupo Río, a los veinte minutos del primer turno de trabajo en la empresa Combustibles de Fabero SA (Cofasa). Era el lunes 19 de noviembre de 1984 y la deflagración de una bolsa de grisú acumulada durante el fin de semana provocaba una explosión que se llevaba por delante a tres mineros y dejaba a otros nueve heridos en la galería. Cinco de ellos morirían también en los días siguientes hasta sumar ocho fallecidos en el que ya entonces se convertía en el segundo accidente mortal más grave en la historia de la minería de la provincia de León, después de los diez muertos que había causado cinco años antes otra explosión de grisú en el pozo María de la MSP en Caboalles de Abajo. Han pasado cuarenta años y es el momento de recordarlos.
Ocho mineros muertos y ocho rocas de carbón extraídas del cielo abierto para hacer memoria. En recuerdo de los ocho del grupo Río de Cofasa, y una más, la novena piedra, para recordar a todos los trabajadores de la mina fallecidos en la cuenca durante el último siglo. Es el Memorial Minero que el Ayuntamiento de Fabero inaugurará en lo que fue la escombrera del río, ya restaurada, cuando el próximo martes 19 se cumplan justo cuatro décadas de aquel suceso que removió las entrañas de la mina y de todos los que vivían de ella en Fabero. "Son rocas de antracita del cielo abierto y es un homenaje a los ocho que fallecieron en el grupo Río, pero también a todos los mineros de todos los grupos y empresas de la cuenca Fabero-Sil que han muerto en la mina en todos estos años", explicaba este miércoles la alcaldesa, Mari Paz Martínez Ramón.
Doce mineros habían entrado en el piso 17 de Grupo Río, a más de mil doscientos metros de profundidad, en el relevo de la mañana. Y allí les esperaba el grisú. Los tres primeros que iban delante fallecieron en el acto. Y fueron sus compañeros que laboreaban en la misma rampa, pero que habían entrado en el tajo por el piso 18, los primeros que acudieron a socorrer a las víctimas después de escuchar la explosión.
Tras el rescate y de que el médico Agustín Rodríguez estabilizara a los heridos en el botiquín de la mina y ordenara a voces su traslado a Ponferrada, ocho de los nueve heridos, con graves quemaduras, seguían ruta hasta el Hospital de la Paz y al de la Cruz Roja en Madrid. "Era como una brisa caliente que hacía retorcerse a uno", contó después el joven Andrés Calvo, que a sus 22 años fue el único que quedó ingresado en el Hospital Camino de Santiago de la capital berciana aquel día porque sus quemaduras eran menos graves.
Más de cinco mil personas asistieron al funeral por los tres mineros muertos al día siguiente. Entre ellos, el entonces presidente de la Junta de Castilla y León, el socialista Demetrio Madrid, que el mismo día del suceso ya se había desplazado hasta Fabero junto a su consejero de Industria. Lo siguiente fue un lento goteo de muertes en el hospital. Cinco más, hasta dejar un balance trágico de ocho fallecidos: Luciano Blanco, de 41 años, Adelino Alonso, de 32, Manuel García Álvarez, de 28, Manuel Tejón Álvarez, de 26, Ramiro Guerra Díez, de 24, Santiago Álvarez Díaz, de 21, Tomás Abella de la Mata, de 36, y Emilio Álvarez González, de 24.
A todos ellos está dedicada la placa que el Ayuntamiento colocará en la roca central del Memorial. A todos ellos y a los que murieron antes y después. La cifra exacta, reconoce la alcaldesa, es imposible de saber. "Hay muchos accidentes de los años treinta y cuarenta de los que no se tiene un registro de víctimas", explica Martínez.
El Grupo Río, que funcionaba desde 1976, cerró en 1993, cuando desapareció Combustibles de Fabero y la plantilla acabó en manos de la empresa Victoriano González, primero, y de Victorino Alonso después. Ni los peritos, ni el juzgado que investigó el accidente llegaron a una conclusión sobre el origen de la chispa que inició la deflagración. El ingeniero director, el capataz jefe del tajo y el vigilante encargado de medir el grisú fueron condenados a penas de prisión menor por imprudencia temeraria con resultado de muertes y lesiones graves. Cada una de las viudas recibió ocho millones de pesetas en compensación y los padres de los que estaba solteros, nueve. Pero el dolor, como el número de muertos en la cuenca durante el último siglo, tampoco se puede convertir en una cifra.