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LIBROS

Raquel Peláez, escritora: "Le di de cenar a Boris Johnson en Londres y comía como un gorila"

La periodista de Ponferrada presenta el sábado en su ciudad natal su exitoso ensayo 'Quiero y no puedo, una historia de los pijos de España'

Raquel Peláez, autora de 'Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España'.PABLO ZAMORA

Ponferrada

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Sus primeros textos los firmó en el Diario de León, en aquella Ponferrada que acometía la retirada de la montaña de carbón anterior al boom inmobiliario de La Rosaleda. Y Ponferrada, desde los años de la Ciudad del Dólar hasta los estertores de la minería, junto algunas anécdotas muy jugosas de su vida, de su infancia en el Club de Tenis (atentos al episodio de la raqueta) o disfrazada de chica mod en un concierto de Australian Blonde durante su adolescencia, ayudan a la berciana Raquel Peláez a vertebrar un ensayo que en breve llegará a su tercera edición porque se está convirtiendo en el libro del momento (número uno de los más regalados esta semana en Amazon, por ejemplo). Pero Quiero y no puedo. Una historia de los pijos de España (Blackie Books) va más allá de la anécdota o de la simple curiosidad. Se trata de una obra bien documentada, escrita con el desparpajo que siempre ha demostrado su autora, subdirectora del suplemento Smoda y columnista en El País, que encierra un análisis de calado sobre la sociedad española; de dónde venimos y por qué hemos terminado siendo lo que somos, y una sombra de lo que se nos viene encima. A punto de regresar a Ponferrada para presentar su ensayo en la librería El Libro Imposible (sábado 23 de noviembre, 12.00 horas), Raquel Peláez, que ya había publicado un libro sobre la capital de España cuajado de buen humor (¡Quemad Madrid!, o llevadme a la López Ibor, Libros del KO) responde a este cuestionario para el periódico donde comenzó como becaria.

-Cuesta definir qué o quién es un pijo. 'Todos podemos ser el pijo de otro', dices en el libro. Pero sí te voy a pedir que le cuentes a quienes aún no han leído Quiero y no puedo qué es un pollopera.

-Durante el franquismo a los pijos o niños bien se llamaba niños pera, aún no existía el adjetivo pijo con la acepción que tenemos en la actualidad. El pollopera es una variante del niño pera que apareció en las ciudades a donde los empresarios de provincias favorecidos por el régimen, muchas veces hijos de estraperlistas, mandaban a estudiar y hacerse hombres de mundo. Su estética tenía mucho que ver con el pijo canónico que manejamos hoy en día: pantalones de traje, cuellos de jersey de pico, polos de piqué, a veces cuellos vueltos, buen bronceado y la mayoría de las veces pelo engominado hacia atrás. El pollopera por excelencia, al que retrato en el libro, fue Cristóbal Martínez Bordiú, marqués de Villaverde, que se casó con la hija de Franco.

-¿Y una chica topolino?

Sería la pareja natural del pollopera. Es un tipo de niña bien que glosaron Carmen Martín Gaite y Paco Umbral, que se paseaba por Serrano subida en unos zapatos de cuña muy característicos a los que se llamó topolinos en homenaje a un utilitario muy pequeñito de la firma italiana FIAT que estuvo de moda en ese tiempo.

-¿Qué es un rojipardo?

-Un rojipardo es un militante de izquierdas profundamente desencantado con las utopías que cree que la responsabilidad de este fracaso es la excesiva atención que se le ha prestado en los últimos tiempos a las luchas identitarias, es decir, al feminismo y los derechos LGBTI. No aparecen en el libro porque yo piense que los rojipardos son pijos sino porque creo que son una escisión típica de los hipsters, que si tienen muchísimo que ver con lo pijo.

-¿Y un pacoaristócrata?

-Les podríamos llamar también aristopacos y son las élites que se crearon en torno a Franco gracias a su red clientelar. Algunos recibieron títulos nobiliarios pero no es en absoluto lo que les distinguía de forma mayoritaria. De hecho, el jefe de Estado que más títulos nobiliarios ha concedido es Juan Carlos I.

-Finalmente, ¿quién o qué es un cayetano, la evolución más reciente del pijo?

-Si un pijo en la definición de la RAE es una persona que en sus modales y forma de estar en el mundo se manifiesta como una persona de clase alta, el cayetano sería eso pero con una estética muy definida, que se parece mucho a la del pijo clásico de los años ochenta pero con algunas diferencias: el cayetano jamás se pone pantalones vaqueros, se deja el pelo más bien largo o con un tipo de corte de inspiración decimonónica que en el libro denomino pel de ric y unas filias política muy claras, más bien conservadoras. Un pijo de los años ochenta jamás hubiese mostrado la bandera de España como símbolo de estatus ni como enseña patriótica puesto que se vivía en lo que denomino el pacto de no-ostentación. El que quiera saber qué es eso que se compre el libro.

Raquel Peláez, este otoño en Nueva York.DL

-Tu libro pivota sobre dos conceptos, la disforia de clase y la emulación pecunaria…

-Sí. La emulación pecuniaria es un proceso que definió el sociólogo norteamericano Thorstein Veblen en un libro titulado La clase ociosa por el que las clases bajas imitan los símbolos de las superiores para intentar parecerse a ellas. Ese mecanismo es lo que está en el corazón de lo pijo. La disforia de clase es un fenómeno típico de las sociedades desarrolladas, donde es más fácil comprar un móvil o la última moda, para aparentar la pertenencia a una cierta clase, que tener una alimentación equilibrada, unas vacaciones pagadas y una casa en propiedad, de manera que es muy fácil confundir la propia identidad de clase.

-¿Tienes conciencia de clase?

-La tengo.

-¿Y a qué clase perteneces?

-La media. La clase hacia la que hay mayor fobia puesto que no tiene la épica de la obrera, ni el prestigio de la alta. La clase media es un estado mental, en realidad. Muchos se empeñan en decir que no existe pero es porque creen que ser clase obrera y media no es lo mismo, cuando no solo puede serlo sino que en las sociedades desarrolladas con economías tan basadas en los servicios como las nuestras es lo más habitual. Que los obreros tengan pinta de clase media.

-La historia de los pijos de España se mezcla con una crónica de Ponferrada, desde la posguerra de la Ciudad del Dólar al boom inmobiliario de La Rosaleda, el acoso sexual que sufrió Nevenka, la 'pija' abandonada por los suyos, y el declive económico con el fin del carbón…

-Sí, y no tiene solo que ver con que yo sea de aquí. Es que creo que Ponferrada es muy paradigmática en muchos aspectos y sirve perfectamente para explicar lo que quiero explicar en el libro.

-Y también está tu vida en el libro. Hay tres o cuatro momentos especiales, dos de ellos en Ponferrada: el día en que fuiste con chandal y una raqueta Rox sin pedigrí al Club de Tenis, y la noche en la que te disfrazaste de mod con una blusa vintage de cuellos gigantes y unos pantalones a cuadros que te había confeccionado tu abuela para ir a un concierto de Australian Blonde y un mod de verdad te preguntó qué hacías allí si tú eras una pija…

-Yo quería pertenecer a la escena underground pero tenía una pinta de niña buena que no podía con ella, iba a un colegio concertado, frecuentaba las sociedades privadas. Algo pija sí que era.

-En Londres fuiste hipster y camarera. ¿Te verdad se te cayó la bandeja de salsa y canapé sobre el traje blanco del organizador de la fiesta?

-Sí, sí. Es absolutamente verdad. Trabajaba para un catering que organizaba eventos para grandes instituciones de la ciudad y en una ocasión recuerdo que le di de cenar a Boris Johnson, que entonces era el alcalde. Acudió a una inauguración en la Saatchi y me sorprendió comprobar que comía como un gorila. Siempre se dice que la gente de los public schools tipo Eton se jacta de ser muy maleducada porque eso denota que están por encima de todo y efectivamente en su caso era así.

-Detrás de la historia de los pijos en España hay algo más que la anécdotas y los cotilleos. Hay un libro bien documentado, un análisis sobre la desigualdad social, una defensa de la sanidad y la educación pública y un aviso sobre lo que se nos viene encima; la sombra del fascismo…

-Pues eso espero. Vivimos en un momento muy malo para la disforia de clase. En los países desarrollados pudimos hacer juegos de representación de clase porque teníamos muchas cosas garantizadas gracias al Estado de Bienestar y porque la deslocalización de las fábricas nos permitió comprar muchas cosas, de la ropa a los muebles a precios de ganga. Pero la inflación que traen las guerras y el cambio climático, el avance de las derechas neoliberales, todo eso nos exige despertar.

-Cuando te jubiles, cuentas en el libro, serías feliz volviendo a Ponferrada para nadar en la piscina del Club de Tenis, con la sombra del monte Pajariel a tu espalda.

-Yo sueño muchísimas noches con Ponferrada y me encantaría volver aquí. El otro día hablaba con Óscar García Sierra, un escritor de León, sobre el enorme sentimiento de culpa que arrastramos los que nos vamos de nuestros lugares de origen para trabajar fuera, en Madrid o donde sea. Y así es. Yo tengo ese sentimiento de culpa y también una nostalgia permanente.