Diario de León

MEPIROLAUNI Jorge Villa

Un acto de honestidad

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León

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Tengo una amiga que entre otras actividades se dedica a la docencia. Con esto de las pascuas, el secuestro al niño Manuel acaecido en el belén universitario que nos ha tenido a todos en un ay, albricias y magos chalupas no la veía desde el año pasado. Nos encontramos a la entrada del Campus Universitario Ponferradino casi de refilón y tras el ósculo de rigor y los qué tales a todo trapo, porque ambos íbamos con esa prisa estúpida que no sirve para nada porque si llegas cinco minutos después sorprendentemente ni se cae el mundo ni se te destroza la vida, me contó que dejaba una de las asignaturas que impartía «¿Pero y eso?», le cuestioné alucinado. Con una mirada que desprendía lo que Antonio Machado definió como fundamentalmente un hombre bueno, en este caso mujer, me respondió: «Creo que no soy la persona adecuada y no quiero engañar a los alumnos. Seguiré con la otra para la que sí me veo capaz». Y allí nos despedimos mientras un halo de honestidad invadía el ambiente y yo alucinaba ante esta declaración a lo Henry Fonda en «My Darling Clementine». Porque si bien es cierto que no comparto con ella su presunta incompetencia al respecto (estoy seguro que la Universidad tampoco, ha salido de ella), creo sinceramente que por formación y devoción se encuentra sobradamente cualificada para eso y mucho más, tan estoica declaración de intenciones me cautivó. Recordé como si fuera hoy a todos los grandes profesores que intentaron educarme y formarme, desgraciadamente sin ningún éxito para su frustración, y todos tenían denominadores comunes: sinceridad y dignidad. Ellos son los culpables de que existan profesionales capaces en todos los ámbitos de la vida. El ejemplo de estas personas hizo y hace florecer las inquietudes de cientos de niños, efebos y jóvenes. También me acordé de todos los zoquetes que lograron transformarme en lo que soy y no cabe duda, mi amiga pertenece por intenciones, dignidad, sinceridad y potencial al primer grupo. Gente como ella necesita el oficio más importante del mundo: la educación. Porque las comparaciones resultan odiosas y por ello no enumeraré la de cientos de presuntos maestros, profesores y aleccionadores incompetentes y deshonestos que abundan en el panorama universitario nacional, aunque como las meigas y los preservativos picados, haberlos haylos. Y seguro que se enfada si lee esto aunque se le pasará pronto porque ya se encuentra embarcada en otra movida. Me ha contado que hay un cine (Cine de toda la vida), en Cacabelos, que van a cerrar. Me instó a que escribiera algo al respecto porque es una lástima, historia viva cinéfiloberciana, pero eso es otra historia.

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