FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya
Ni surrealistas ni revolucionarios
Me alegra saber que Carlos López Riesco, actual alcalde de Ponferrada, sea el candidato en las próximas elecciones municipales. No es que uno haya tenido mucho trato con el señor Riesco, más bien muy poco. O al menos no todo el que se requiere para medio-conocer a una persona. No obstante, uno siente que es el candidato idóneo, aparte que nos caiga bien. Todo hay que decirlo. Las impresiones, o las apariencias, aunque sabemos que suelen encubrir esencias, también nos desvelan y aun revelan algo de la realidad, de la realidad sustancial, que es la que nos interesa. No hay más que aplicar la dialéctica. En cualquier caso, uno no debe ocultar sus preferencias ni ponerse trabas a la hora de expresar sus opiniones, que ya se encargará el resto, la sociedad, de levantarnos obstáculos cual si fueran muros insalvables. Uno, ante todo, debe ser libre a la hora de escribir, o sentir la libertad de expresarse sin restricciones, sin prejuicios, con absoluta sinceridad. Imaginemos sin cortapisas, nos dijo el marqués de Sade. Hace tiempo que uno intenta, en la medida de lo posible, ser fiel a sí mismo. La fidelidad como utopía. La fidelidad como idealismo trascendental. No conviene autoengañarse. Aunque en ocasiones el autoengaño nos sirva a todos los mortales para sobrellevar esta vida hecha de absurdos. La vida es un sin sentido que nosotros, desde nuestras ópticas ensoñadoras e ingenuas, tratamos de saborear cual manzana edénica. López Riesco, además de ser el candidato adecuado, lo va a tener muy fácil en los próximos comicios. No da la impresión que el partido de la oposición lo vaya a reemplazar. Dicho así, pudiera creerse que uno es afín a la ideología pepera. Pues no. A uno siempre le ha tirado la izquierda, incluso la izquierda más izquierdosa (valga la "rebuznancia"). Siempre hemos sentido morriña por los rojos, cuando nuestro país no era más que un pozo miserable, en el que los derechones se dedicaban a meter en adobo al personal. Mas en estos tiempos de confusión y pitorreo, en los que la izquierda también está subida al carro neocapitalista y despótico, ya no sabemos a qué atenernos. En esta época de vacas locas, tarados todos a resultas del desequilibrio en que nos movemos, nadie sabe lo qué es la izquierda ni la derecha. "No sabes ni donde tienes la mano derecha, rapacín", te solían decir antaño. Bien. Ahora nadie sabe dónde tiene la derecha ni la izquierda. Ni siquiera la mano onanista y mutilada, que tanto gustara a Buñuel mostrarnos en alguna de sus pelis. No somos ni surrealistas ni revolucionarios. Ni ná. Sólo, y de vez en cuando, nos sale la vena acomodaticia y lo pequeño-burgués por algún orificio corporal.