FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya
Lucía Etxebarría versus Colinas
Qué pena, Lucía, te han pillado con las manos en la andorga. Tú que creías que no se darían cuenta. La próxima vez ándate con cuidado, y no se te ocurra volver a copiar a nuestro paisano y poeta Colinas, que luego todo se sabe, y este es un país que no perdona. Bueno, no perdona a quien no le interesa, porque a algunos, hagan lo que hagan, nunca les pasará nada. Que nadie se escandalice. El que más y el que menos mete baza en el copieteo, porque resulta más fácil y más cómodo. Y eso que los profes no se cansan de vigilar a sus pupilos. Que cada cual haga lo que le salga de la punta, que algún día ya se topará con su sombra. Hasta el propio Henry Miller, grande entre los más grandes, confiesa que comenzó su carrera artística copiando algunas novelas. Sólo les cambiaba el título y el nombre de los personajes, asegura él. No sé cuánto de cierto habrá en esto. En cualquier caso, si uno copia debe hacerlo con precaución y extremada delicadeza, y sobre todo debemos tener el coraje de decirlo. Pues esto que estoy escribiendo procede de la transpiración de tal o cual autor. Y no pasa nada. O no tiene por qué pasar nada. Uno lo dice y ya está. Lo que ya no queda tan bien es copiar poesía, porque la poesía, si se precia de tal, tiene que salir de las entretelas de uno. La poesía sólo debería escribirse con la sangre y el semen de uno. O la sangre menstrual y el flujo vaginal de una. Y tú, Lucía, has hecho trampa con los fluidos rosa. No sé si eres buena o mediocre narradora. No te tengo controlada. Aún no he logrado leerte de un tirón ni siquiera de dos. "Beatriz y los cuerpos celestes" lo hojeé. Nomás. Y ese del prozac y las dudas tampoco llegué a echarle el diente. Qué dejadez. ¿Verdad? Me caes bien, no obstante, porque aspiras a ser una mujer rebelde y una escritora maldita. Tras tu máscara de bisex flipada a base de prozac y dudas existenciales no sé si se esconde una novelista avispada, o un engendro mefistofélico, que nos sedujera con sus delirios y alucinaciones. No te conozco. No he tenido el gusto de saludarte, saborearte, sentirte. Te he visto, sin embargo, en dos ocasiones. Recientemente. Un día, sería el dos o el tres de enero del año en curso, me crucé contigo a la altura de Antón Martín, en la capital del Reino. No me atreví a decirte nada. Un autógrafo, tal vez. Tampoco reaccioné a tiempo. Y unos días más tarde, a finales de enero de este mismo año, te volví a ver, esta vez en el cine Capitol de la Gran Vía de Madrid. Bajo el pretexto de un certamen de cortos, saliste a la palestra para leernos un manifiesto en contra de la guerra que ya nos está reventando las pelotas. Si te volviera a ver, Lucía, entonces te diría algo...