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LA GAVETA César Gavela

Ponfeblino y Lazúrtegui

Publicado por
León

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Hace cosa de un siglo que el bilbaíno Julio de Lazúrtegui concibió una nueva Vizcaya sin barcos y sin Sabino Arana, pero también con altos hornos, carbón, hierro, niebla y agua, y sin que faltara en aquel sueño el industrioso sonido de los trenes. Julio de Lazúrtegui inventó el Bierzo nuevo, que pronto fue una mezcla del valle de las familias de siempre y de las familias que vinieron de fuera, y por eso hoy la sociedad berciana es un crisol de leoneses y gallegos, de andaluces y castellanos, de asturianos y portugueses, de africanos y paquistaníes. Lazúrtegui imaginó un nuevo paisaje urbano, algo así como la ría de Bilbao sin ría, aunque con un río cantábrico y romanizado: el Sil. A lo largo del Sil, desde su arranque minero en Villablino y su desembocadura fabril en Ponferrada, había de nacer una línea de casas y almacenes, de estaciones y embalses, de pozos de la hulla y la antracita, y esa ribera sería recorrida por un tren-barco, el tren Ponfeblino, el nervio de esa nueva Vizcaya vertical, tendida entre el oeste de Ponferrada y el sur de Villablino. El sueño de Julio de Lazúrtegui se cumplió a medias, que ya es mucho para un sueño. Entre Laciana y el bajo Boeza fue brotando, a girones, la nueva Vizcaya al amparo de esa línea férrea que corre entre arboledas y barrancos, tinglados y presas, lobos y lavaderos, niños y comerciantes. La nueva Vizcaya, que casi ya es vieja, se llama Toreno, Matarrosa, Corbón, Palacios- y, naturalmente, Ponferrada y Villablino, dos poblaciones que, aunque unidas por el río, por el tren y por el sueño de Julio de Lazúrtegui, siempre se han dado la espalda. Porque Villablino mira a León capital, a Omaña, Babia y Asturias, mientras Ponferrada mira a Galicia y a Madrid. Por todo eso, que ya es mucho, sería casi más de justicia histórica que de mera oportunidad política el que volviese a funcionar, siquiera a título de recuerdo -nunca de caricatura- el viejo, querido Ponfeblino, el tren de Julio de Lazúrtegui, y de todos nosotros, bercianos y lacianiegos. Un tren que sería de asueto y de tiempo libre, pero que también llevaría cifrada en sus ruedas y relojes, en sus metalurgias y palancas, la memoria de un tiempo y de unas gentes que protagonizaron la mayor revolución que conoció el Bierzo desde los tiempos de la Roma imperial. El Ponfeblino, pues, tiene que volver a surcar, ahora como reliquia venerable, las tierras fluviales de su trazado. Y la Junta de Castilla y León, que ha cometido el gran error de no incluir a este tren en sus planes turísticos, debe rectificar a la mayor brevedad.

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