Diario de León

FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

Teatro y/o Cinema Paradiso

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León

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Hace unos días estuve en el recién inaugurado teatro municipal de Bembibre. Tenía una invitación para ver la obra de El señor de Bembibre" según el "Conde Gatón". Nada más entrar en el nuevo teatro me asaltaron algunos recuerdos, y se me estremeció el huesito de la alegría, que diría un habanero viejo. Recordé que en aquel lugar había visto, entre otras, Apocalipsis Now, y El Filandón de Chema Sarmiento, ese cineasta albareño, ribereño o berciano que ahora anda impartiendo enseñanza a los franceses. Apocalipsis Now debí de verla, en compañía de algún amiguete, allá por el año ochenta o el ochenta y uno. Entonces era un rapacín. Pero me quedé muy impresionado con aquella película sobre los horrores de la guerra, de una guerra que a uno le parecía y le sigue pareciendo algo extravagante, nauseabundo, incomprensible. Siempre resulta conveniente y acertado mirar a la guerra, la que sea, con ojos de rechazo. Tampoco conviene fiarse de esos pendejos e hijos de la chingada que intentan por todos los medios abrirnos fuego en el campo... de batalla, quizá, de esperanzas, a buen seguro. No están los tiempos como para andar batiéndose a golpe de bombazo. Aun siendo un tierno infante, o tal vez por serlo, me había quedado definitivamente flipado con la secuencia wagneriana de los helicópteros, y sobre todo con la interpretación de ese monstruo sagrado y fetiche llamado Marlon Brando. Hay imágenes que a uno se le quedan grabadas y/o atragantadas en el subconsciente de por vida, y nunca más logramos desprendernos de ellas. Son esas imágenes las que nos ayudan a refrescar la memoria cuando ésta se embota. No hace mucho volví a ver la versión alargada de esta grandiosa y bestial película de Coppola en la Filmoteca de Caja España de Ponferrada, y sentí casi el mismo impacto visual que cuando era un chavalín. Creo recordar que en alguna ocasión se me ocurrió decir que el Cinema Paz, hoy Teatro Municipal de Bembibre, fue par mí como el Cinema Paradiso. ¿Quién no recuerda aquella emocionante película italiana? Esperamos que ahora, con los minicines y el teatro en marcha, dejemos de conformarnos con las sábanas blancas, en las que durante tanto tiempo llegamos a proyectar nuestras ilusiones y deseos, y volvamos al cine de verdad para disfrutar de su potencia hipnótica. Incluso en los momentos más difíciles el cine nos invita a soñar. Incluso en los momentos más terribles y guerrilleros el teatro podría ayudarnos a reír y/o a llorar. Y todos, en el fondo de nuestro ser, necesitamos sentir que aún estamos vivos, aunque vivamos en la pura ficción, idealismo con el que entretejemos nuestros sueños más preciados.

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