Diario de León

FRAGUA DE FURIL Manuel Cuenya

La política en tiempo de cólera

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León

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La primavera es muy buena estación para salir al campo a estirar la piernas y oxigenar el cerebro. No hay nada mejor que agarrar la bici y darle candela por las veredas silvestres de la infancia, que en verdad es tu patria y matria queridas. Cuando uno crece y se hace adulto los problemas se van amontonando en tus entendederas y, aun sin comerlo ni beberlo, te sientes como atrapado en una jaula. Así es la vida de los adultos, demasiado adultos. Una vida hecha, la mayor parte de las veces, de miserias y sustos. La primavera es, por lo demás, una de nuestras estaciones preferidas, quizá porque uno se siente más despierto y estimulado, más enérgico y optimista. Pero esta ha sido una primavera negra, inolvidable, que nos ha dejado a todos un poco trastornados. Bueno, algunos han disfrutado lanzándoles misiles y bombas al pueblo iraquí. No olvidemos que siempre habrá hijos de la chingada que se diviertan masacrando a sus congéneres, algo consustancial a la especie humana-animal. Esta ha sido una primavera carnicera, atroz, esperpéntica, surrealista. Y ahora nos toca vivir/soportar el período electoral, la campaña de las promesas, el tiempo de los navajazos, la época de las inauguraciones apresuradas y la politiquilla basura, la mierda en toda su salsa, en definitiva. El personal se encabrona, se enzarza en discusiones de besugo atarugado. Y todos acabamos un poco apijotados en este ambiente emputecido. Nos bombardean con rumores, informaciones atravesadas, mentiras por un tubo, tonterías edulcoradas, sandeces insostenibles... No hay quien aguante tanta estupidez. Pero la aguantamos, porque en el fondo somos unos animalines, que deambulamos nomás por los yermos de la nadería. Naderías que entretejemos cual si fueran grandes obras. Incluso en los pueblos y aldeas del Bierzo Alto se respira este aire pestilente que nos produce vómitos. Uno intenta apartarse, en la medida de lo posible, de este ambiente enrarecido, pero por más que lo intentamos nos da la impresión de que al final acabamos con los pies metidos en el fango, casi sin darnos cuenta. Que el hombre es un animal político resulta ser una definición bastante acertada para el tiempo electoral que vivimos. Pasada la marea y el chapapote el gentío suele calmar sus iras, afortunadamente. De lo contrario andaríamos todos los días a tiros. En los pueblos del Bierzo, y en general en todos los pueblos, deberíamos ser más solidarios, sentirnos más hermanitos. Lo verdaderamente importante es que en nuestro pueblo vivamos cada día mejor, en paz y armonía. El ansia de poder y el poder ejercido acaban siendo un puta mierda. Aquí y en Pekín.

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